Educación de la Cuna a la Tumba

El deber más importante y el propósito de la vida humana es buscar el entendimiento. El esfuerzo para lograrlo, conocido como educación, es un perfecto proceso a través del cual se obtiene, en lo que a la dimensión espiritual, intelectual y física como seres humanos se refiere, el rango asignado para nosotros como modelo perfecto de la creación. Al nacer, el comienzo de la fase terrenal de nuestro viaje del mundo de los espíritus a la eternidad, somos absolutamente impotentes y necesitados de un sinfín de cuidados y requerimientos. En comparación, la mayoría de los animales vienen al mundo plenamente desarrollados y perfeccionados con antelación. En pocas horas, días o meses, aprenden todo lo necesario para su supervivencia, así como para relacionarse con su medio ambiente y con otras criaturas. Por ejemplo, los gorriones o las abejas adquieren un desarrollo total y todas las habilidades físicas y sociales que necesitan en el plazo de veinte días, mientras que los humanos necesitan veinte años o más para adquirir un nivel parecido de madurez.

Nacemos indefensos así como ignorantes de las leyes de la vida y debemos llorar para obtener la ayuda que necesitamos. Después de un año más o menos, podemos levantarnos sobre nuestros pies y caminar un poco. Cuando tenemos alrededor de quince años esperamos entender la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo beneficioso y lo perjudicial. Sin embargo, nos acarreará toda una vida adquirir la perfección intelectual y espiritual. Nuestro deber más importante en la vida es adquirir la perfección y pureza de pensamiento, de las nociones y las creencias. Cumpliendo nuestros deberes con el Creador, Sustentador y Protector, así como penetrando en el misterio de la creación a través de nuestros potenciales y facultades, buscamos obtener el rango de la verdadera humanidad y llegar a ser dignos de una próspera vida eterna en el otro mundo ensalzado.

Nuestra humanidad es directamente proporcional a la pureza de nuestras emociones. Aunque aquellos que están llenos de malos sentimientos y cuyas almas son interferidas por el egoísmo al parecer son seres humanos, en realidad es dudoso que lo sean o no. Casi todos pueden cultivar su cuerpo, pero pocos pueden educar su mente y sentimiento. Lo primero crea cuerpos robustos, mientras que lo segundo genera personas espirituales.

Nuestras facultades innatas y la educación

Desde los tiempos de Ibn Miskawayh[1], las facultades humanas o «instintos» han sido definidos dentro de tres categorías: razón, ira y codicia. La razón abarca todas nuestras facultades de percepción, imaginación, cálculo, memoria, aprendizaje, etc. La ira incluye a nuestra facultad de autodefensa, a la que la jurisprudencia islámica define como necesaria para defender nuestra fe y religión, cordura, nuestras posesiones así como la vida, la familia y otros valores sagrados. La codicia es el nombre de la fuerza impulsora de nuestros deseos animales:

Se les ha hecho atrayente a los hombres de modo innato el amor apasionado por las mujeres, los hijos, (acumulados) tesoros de oro y plata, los caballos de raza, los rebaños y los cultivos. Tales son los placeres de la vida presente de este mundo… (Al-Baqara, 3:14)

Estos instintos se encuentran en otras criaturas. Sin embargo, ya sea en sus deseos, su inteligencia, o su determinación para defender la vida y el territorio, estos impulsos están limitados en todas las criaturas excepto los seres humanos. Cada uno de nosotros está excepcionalmente dotado con la libertad de acción —libre albedrío— y la obligación consecuente de dominar nuestras facultades. Esta lucha por la disciplina determina nuestra humanidad. Vinculadas a sí mismas y a las circunstancias, nuestras facultades frecuentemente están expresadas a través de los celos, el odio, la enemistad, la hipocresía y la ostentación, las cuales también necesitan ser disciplinadas.

No nos componemos solamente de cuerpo y mente. Cada uno de nosotros posee un espíritu que necesita complacencia. Sin ello, no podemos encontrar la verdadera felicidad y la perfección. La satisfacción espiritual solamente es posible a través del conocimiento de Dios y creyendo en Él. Confinado dentro del mundo físico, nuestro ser carnal así como el tiempo y el espacio pueden ser experimentados como una mazmorra. Podemos librarnos de ello mediante la creencia y la devoción frecuente y absteniéndonos de nuestros comportamientos extremos mientras hacemos uso de nuestras facultades o atributos. No debemos anular nuestros impulsos, pero sí hacer uso de nuestro libre albedrío para contenerlos y purificarlos, así como canalizarlos y dirigirlos hacia la virtud. Por ejemplo, no se espera de nosotros que eliminemos la concupiscencia, sino satisfacerla de manera legitima a través de la reproducción. La felicidad se obtiene en el momento que restringimos nuestra lujuria dentro de los límites legales de la decencia y la castidad, no dedicándonos al libertinaje y a la disipación.

Análogamente, los celos pueden ser canalizados en una libre emulación del rencor, el cual nos inspira a imitar a aquellos que sobresalen por su bondad y sus buenos actos. Aplicar una disciplina propia a nuestra razón desemboca en la adquisición de conocimientos y finalmente en entendimiento o sabiduría. La purificación y adiestramiento de la cólera nos dirige a la valentía y la paciencia. Disciplinar nuestra pasión y deseo desarrolla nuestra castidad.

Si cada virtud es tratada como el centro de un círculo y cualquier movimiento que discurra en el exterior de dicho círculo como un vicio o una inmoralidad, cuanto más nos alejemos del centro de dicho circulo así aumentará el vicio en tamaño. Cada virtud, de esta manera, tiene innumerables vicios, ya que existe únicamente un centro en cada círculo pero al mismo tiempo un número infinito de puntos alrededor de éste. Es irrelevante la dirección en la que acontece la desviación, puesto que estando ya desviada del centro y habiendo tomado cualquier dirección, es en realidad un vicio.

Existen dos características extremas relacionadas con cada virtud moral: la carencia y el exceso. Los dos extremos relacionados con la sabiduría son la estupidez y el ingenio, para el valor son la cobardía y la irreflexión y para la castidad lo son el aletargamiento y la lujuria incontrolada. De este modo, la perfección de una persona, el propósito último de nuestra existencia, reside en mantener una condición de equilibrio y moderación entre los dos extremos relativos a cada virtud.

Se relata que Ali ibn Abu Talib dijo:

Dios ha dotado a los ángeles con el intelecto y sin deseo sexual, pasión o cólera, y a los animales con la cólera y el deseo sin el intelecto. Ensalzó a la humanidad otorgando sobre ellos todas estas cualidades antes mencionadas, sin diferenciar. Por lo tanto, si el intelecto de una persona domina su deseo y ferocidad, alcanzará un rango más elevado que el de los ángeles, debido a que éste es obtenido, a diferencia del caso de los ángeles, por un ser humano en un camino repleto de obstáculos.

Mejorar una comunidad es posible únicamente elevando a las jóvenes generaciones al rango de humanidad, no excluyendo a las generaciones pervertidas. A menos que una semilla compuesta de religión, tradición y conciencia histórica germine a lo largo del país, nuevos elementos malignos aparecerán y crecerán en el lugar en el que cada mal ha sido erradicado.

El verdadero significado y valor de la educación

La educación a través del aprendizaje y un encomiable modo de vida es un deber sublime que manifiesta el Nombre Divino Rabb («Educador y Sustentador»). Comprometiéndonos con ello obtenemos la condición de auténtica humanidad y llegamos a ser un elemento beneficioso de la sociedad.

La educación es vital para las sociedades y los individuos. El futuro de una nación depende de su juventud, cualquier persona que quiera asegurar su futuro debe esforzarse en pos de alzar a sus hijos con tanta voluntad como lo hacen con otros asuntos. Una nación que ve fracasar a su juventud y se abandona a las influencias culturales extranjeras arriesga su identidad y está sujeta a un debilitamiento cultural y político.

Las razones de las inmoralidades observadas en la generación de hoy en día, así como la incompetencia de algunos administradores y otros problemas a lo largo y ancho de la nación, residen en las condiciones preponderantes y la elite gobernante de hace veinticinco años. Asimismo aquellos que están actualmente a cargo de la educación de la gente joven serán responsables por las inmoralidades y las virtudes que surjan en los siguientes veinticinco años. Aquellos que desean pronosticar el futuro de una nación pueden hacerlo de manera correcta prestando mucha atención a la educación y proporcionándosela de la manera más correcta a su joven población.

Puesto que la vida «real» es posible solamente por medio del conocimiento, a los que descuidan el aprender y el enseñar se les considera «muertos» aunque todavía vivan, porque fuimos creados para aprender y para comunicarles a otros lo que hemos aprendido.

Las decisiones correctas dependen de tener mente y pensamiento sanos. A medida que la ciencia y el conocimiento iluminan y desarrollan la mente de uno, los que están privados de ello no pueden tomar decisiones correctas y siempre andan expuestos a la decepción y a los malos consejos.

Los que son verdaderamente humanos continúan aprendiendo, enseñando e inspirando a otros. Es difícil considerar como auténticos humanos a aquellos que son ignorantes y que no tienen deseo alguno de aprender. También es cuestionable si es realmente humana una persona culta que no busca cómo renovarse y reformarse a sí misma dejando un ejemplo para otros.

La posición y el mérito que se adquieren por medio del conocimiento y la ciencia son más altos y duraderos que aquellos que se obtienen por otros medios.

El conocimiento adquirido para un propósito correcto es una fuente inextinguible de bendiciones para los que aprenden. Los que poseen semejante fuente siempre son buscados, como se busca una fuente de agua fresca y conducen a la gente hacia el bien. Aquel conocimiento que radica en teorías vacías y en parcelas de aprendizaje mal digeridas, causante de sospechas en las mentes y oscurecimiento de los corazones, es como un «montón de basura en la que se revuelcan las almas confundidas». De esta manera, La ciencia y el conocimiento deben buscar cómo descubrir la naturaleza de las personas y los misterios de la creación. Cualquier conocimiento, aunque sea científico, no es verdadero conocimiento si no esparce luz sobre los misterios de la naturaleza humana y las áreas oscuras de la existencia.

Familia, escuela y entorno social

La gente que quiere garantizar su futuro no puede ser indiferente a cómo sus hijos están siendo educados. La familia, la escuela, el entorno y los medios de comunicación deben cooperar los unos con los otros para obtener el resultado deseado. Las tendencias opuestas entre estas instituciones vitales someterán a la gente joven a influencias contradictorias que los distraerán, así como derrocharán su energía. En concreto, los medios de comunicación deben contribuir a que la educación de la gente joven siga las políticas aprobadas por la comunidad. La escuela debe buscar la perfección en sus docentes así como un apropiado lugar para la enseñanza. Asimismo, una familia debe proporcionar un ambiente próspero y saludable en el cual los niños crecerán desarrollándose de manera correcta.

En los primeros siglos del Islam, las mentes, los corazones y las almas se esforzaron para entender lo que certificaba el Señor de los Cielos y de la Tierra. Cada conversación, discusión, correspondencia y evento estaba dirigido a ese fin y como resultado, cualquiera podía lograr dicho objetivo tan sólo inspirándose en los correctos valores y en el espíritu que se respiraba en el ambiente durante esa santa época. Era como si todo lo que les rodeaba fuese un maestro que preparaba la mente y el alma del individuo y desarrollaba sus capacidades hasta obtener un alto grado de conocimiento en las ciencias islámicas. La primera escuela en la que recibimos la educación necesaria, es pues, el hogar.

Las travesuras y el atrevimiento de un niño proceden de la atmósfera en que ha sido criado. Una vida de familia disfuncional se refleja más y más en el espíritu del niño y por lo tanto en la sociedad. En la familia, los mayores deben tratar a los más jóvenes con compasión y los jóvenes deben mostrar respeto por sus mayores. Los padres deben amarse y respetarse además de tratar a sus hijos con compasión y con la debida consideración hacia sus sentimientos. Ellos deben tratar a cada niño equitativamente y sin discriminarlo. Si los padres dan aliento a sus niños, para que desarrollen sus habilidades y sean útiles a sí mismos y a sus comunidades, ellos le han dado a la nación un nuevo y fuerte sostén. Si, al contrario, no cultivan los sentimientos humanos de sus hijos, habrán soltado escorpiones dentro de la comunidad.

Los buenos modales son plenamente apreciados dondequiera que se encuentren. Los que tienen buenos modales agradan, aunque no sean gente educada. Las comunidades que carecen de cultura y de educación son como individuos rudos, pues en ellas no se puede encontrar ni la lealtad en la amistad ni la consistencia en la enemistad. Los que confían en tal gente siempre acaban desilusionados y los que dependen de ellos siempre quedan tarde o temprano sin apoyo.

La escuela y el maestro

Una escuela puede ser considerada como un laboratorio que ofrece un elíxir que previene y alivia las enfermedades de la vida. Aquellos que tienen el conocimiento y la sabiduría para prepararlo y administrarlo son los maestros. Una escuela es un lugar de aprendizaje acerca de todas las cosas relacionadas con esta vida y la siguiente. Puede ser difundida esta luz en ideas y acontecimientos vitales y puede permitir a sus estudiantes entender su entorno social y natural. En lo esencial, una escuela es una especie de lugar de veneración en donde «la gente sagrada» son los maestros.

Los verdaderos maestros siembran la semilla de la pureza y la preservan. Ocupan su tiempo con lo que es bueno y saludable, y guían a los niños en sus vidas y en los eventos que se encuentren a lo largo de ésta.

Educación es un concepto diferente a la enseñanza. La mayoría de la gente puede enseñar, pero sólo unos pocos pueden educar. La mejor manera de dotar a una persona con buenos valores es con una educación religiosa.

La paciencia es de gran importancia en la educación. Educar a las personas es la más sagrada tarea en la vida, a la par que la más difícil. Además de dar ejemplo, los maestros deben ser pacientes para obtener el resultado deseado. Deben conocer a sus estudiantes muy bien y dirigir su inteligencia, sus corazones, espíritus y sentimientos. La mejor forma de educar a la gente es enseñarle una preocupación especial por cada individuo, sin olvidar que cada individuo es un «mundo» diferente.

La escuela provee a sus alumnos de las posibilidades de continua lectura, y habla, aunque esté en silencio. Debido a esto, aunque parece ocupar una sola fase de la vida, la escuela realmente domina todos los tiempos y eventos. Durante el resto de sus vidas, los alumnos practican lo que han aprendido en la escuela y obtienen la influencia continua de esta experiencia. Los profesores deben saber cómo encontrar un camino hacia el corazón del estudiante y dejar huellas indelebles en su mente. Deben probar la información que se transmitirá a los estudiantes refinando sus propias mentes y los prismas de sus corazones. Una buena lección es la que hace más que proveer a los alumnos de información útil o habilidades, sino que debe elevarlos a la presencia de lo desconocido. Esto permite a los alumnos adquirir una visión que penetra en la realidad de las cosas, y ver cada acontecimiento como un signo del mundo invisible.

* Un resumen de los artículos elaborados de Gülen en la revista trimestral «Sızıntı» en turco entre el marzo de 1981 y el junio de 1982, volumenes 26-41. Apareció por primera vez en español en Ensayos, Perspectivas y Opiniones: M. Fethullah Gülen, Nueva Jersey, 2006, págs. 71-80.
[1] Ibn Miskawayh (930-1030) moralista musulmán, filósofo e historiador. Su tratado moral Tazhib al-Ajlaq, influenciado por el concepto aristotélico del medio, es considerado uno de los mejores estudios de la filosofía islámica. Su historia universal Tayarib al-Uman wa Taaqub al-Himam («El Ocaso del Califato Abasí») fue famoso por su uso de todas las fuentes disponibles y estimuló enormemente el desarrollo de la historiografía islámica.
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