¿Por qué el profeta era polígamo?

Algunos críticos del Islam han injuriado al Profeta –la Paz sea con él- diciendo que era un libertino demasiado indulgente consigo mismo. Lo han acusado de tener un carácter débil, algo que apenas se ve en las personas de virtud media, ¿cómo pueden acusar de algo así al último Mensajero y el Profeta de Allah, que es el mejor modelo para la humanidad? Sin embargo, basándonos en las fuentes de su biografía de las que disponemos y las otras narraciones sobre sus dichos y acciones, está bastante claro que él vivió una vida muy disciplinada, y sus matrimonios formaban parte de las numerosas cargas que Allah le encargó como Su último mensajero.

Las razones de sus matrimonios múltiples son varias. Sin embargo, todas ellas están relacionadas con su papel como líder de la comunidad musulmana y su responsabilidad para llevar a los nuevos musulmanes a las normas y los valores del Islam.

Cuando Muhammad –la Paz sea con él- tenía 25 años, –antes de haber sido llamado a su misión de futuro–, se casó con Jadiya, su primera esposa. Considerando el ambiente cultural, el clima y otras circunstancias más, como su juventud, es muy sorprendente que fuese conocido por su castidad perfecta, por su integridad y por su honradez. Después de enterarse de que Muhammad era Profeta, sus enemigos no dudaron en levantar calumnias contra él, pero ninguno de ellos se atrevió a inventar algo sobre él relacionado con este asunto.

Jadiya era 15 años mayor que él. Este matrimonio era excepcional ante los ojos del Profeta y de Allah. Porque los 23 años de su vida fue un período de satisfacción constante basado en una fidelidad perfecta. Ocho años después de empezar su misión como Profeta, su mujer falleció, dejándolo solo con sus hijos. Hasta unos 4 ó 5 años después del fallecimiento de Jadiya, el Profeta no se casó. Aunque a sus enemigos les sea muy difícil aceptar esto, durante estos años, no pueden encontrar ningún defecto en su carácter moral. A pesar de contar con el permiso de la opinión pública, el Profeta no se casó con nadie más durante su matrimonio con Jadiya. Cuando empezó a casarse con otras mujeres cumpliendo la orden de Allah, ya tenía 55 años, edad en la que el interés y el deseo por el matrimonio disminuyen en gran medida.[1]

¿Cómo puede ser polígamo un Profeta? Esta pregunta la suelen hacer las personas que no practican ninguna religión o que son judíos o cristianos. Respecto al primer grupo, éstos no tienen ningún derecho a criticar a la gente que escoge un camino de vida religiosa porque muchos de ellos normalmente tienen relaciones con varias mujeres sin casar­se, sólo por gusto, y esto se contradice con lo que dicen. No les preocupan las consecuencias de tales rela­ciones, no piensan cómo les afecta esto a ellos y a sus hijos; ni piensan qué impacto puede dejar su comportamiento equivocado en los jóvenes. Se están tomando plenas libertades y se inclinan hacia costumbres como la homo­sexualidad o incluso cosas más extremas como el incesto, la pedofilia y el estar con más de un hombre o una mujer al mismo tiempo -es el caso en el que no se conoce el padre del niño-. Estas personas critican al Profeta –la Paz sea con él– sólo para arrastrar a los demás a su mismo nivel.

Los judíos y los cristianos que atacan al Profeta -la Paz sea con él- por su poligamia lo hacen por miedo, celos y el odio que sienten por el Islam. Pero se olvidan de que los grandes patriarcas judíos llamados Profetas tanto en la Biblia como en el Corán, que son venerados por los seguidores de las tres creencias como ejemplares de excelencia moral, todos practicaron la poligamia.[2]

La poligamia no tuvo su origen entre los musulmanes. Ade­más, en el caso del Profeta, esta práctica tiene muchos más significados de lo que parece. En cierto modo, el Profeta –la Paz sea con él- tuvo que ser polígamo para transmitir su "Sunna"[3], la práctica de la ley islámica. Como el Islam abarca todos los aspectos de la vida de uno, las relaciones conyugales no pueden quedar al margen. Por lo tanto, tiene que haber mujeres que sean las que puedan guiar a las demás mujeres sobre estos asuntos. En este tema no hay ningún margen para las insinuaciones. Y en este caso, las virtuosas mujeres de la casa del Profeta –la Paz sea con él– eran responsables de explicar las normas y las reglas de tales situaciones íntimas a los otros musulmanes.

El Profeta –la Paz sea con él– contrajo matrimonio con algunas de sus mujeres por razones específicas:

• Puesto que entre sus esposas había mujeres jóvenes, de mediana edad y mayores, las necesidades y las normas de la ley islámica se podían demostrar en relación con las diferentes etapas y experiencias de su vida. Y estas normas primero se aplicaban en la casa del Profeta –la Paz sea con él– y después pasaban a los otros musulmanes a través de sus mujeres.

• Cada mujer era de un clan o de una tribu diferente y esto le permitía al Profeta – la Paz sea con él – establecer una relación de parentesco y afinidad a lo largo de la rápida expansión de la comunidad musulmana. Esto también le permitía establecer una fidelidad muy profunda entre los musulmanes, de ese modo se creaba un ambiente de igualdad y fraternidad de la manera más práctica y en base a la religión.

• Cada mujer, tanto en vida del Profeta –la Paz sea con él- como después de su fallecimiento, demostró ser un gran beneficio en pro del Islam. Ellas transmitieron su mensaje y lo explicaron a los miembros de su clan. De esa manera todos los musulmanes aprendían el Corán, los hadices, las interpre­taciones y los comen­tarios coránicos, la jurisprudencia islámica, y así se hacían conscientes de toda la esencia y el espíritu del Islam.

• A través de sus matrimonios el Profeta estableció lazos de parentesco por toda Arabia. Esto le dio la libertad de moverse y de ser aceptado por todos los miembros de cada familia. Como le consideraban alguien de su familia, no dudaban en ir a verlo en persona y preguntarle cosas, tanto sobre esta vida como sobre la otra. Las tribus también se beneficiaron mucho de su proximidad a él: se consideraban afortunadas y estaban orgullosas de esta relación, los Omeyas -a través de Umm Habiba-, los Hachemitas -a través de Zaynab bint Jahsh-, y los Bani Majzum -a través de Umm Salama-.

Lo que hemos expuesto hasta ahora en muchos aspectos es en sentido general y puede ser válido para todos los profe­tas. Sin embargo, ahora vamos a considerar los esquemas de vida de las Ummahat al-Mu'minin -las madres de los creyentes-, las esposas del Profeta –la Paz sea con él-, no según el orden de los matrimonios sino desde una pers­pectiva diferente.

Jadiya fue la primera esposa del Profeta. Como he men­ciona­do arriba, se casó con él antes de que le llegara su misión profética. A pesar de ser 15 años mayor que el Profeta –la Paz sea con él–, ella fue la madre de todos sus niños, salvo Ibrahim que murió a una temprana edad. Jadiya a la vez era su mejor amiga y con quien compartía sus inclinaciones e ideales. Su matrimonio estuvo maravillosamente bendecido, vivieron juntos en una armonía muy profunda durante 23 años. A lo largo de todos los sufrimientos y persecuciones causados por los no creyentes de La Meca, ella fue su compañera y ayudante más querida. El amor que sentía por ella era muy profundo y no se casó con nadie más mientras ella vivió.

Este matrimonio es el ideal de la intimidad, de la amistad, del respeto mutuo, del apoyo y del consuelo. Aunque siempre fue muy fiel a todas sus mujeres, nunca se olvidó de Jadiya y en muchas ocasiones mencionó sus virtudes y sus méritos. Se casó con otra mujer 4 ó 5 años después de la muerte de Jadiya. Hasta entonces, fue el Profeta una madre y un padre para sus hijos; proveyó su comida de cada día además de soportar toda clase de dificultades y problemas. Ahora bien, decir que un hombre así se dejó llevar por la lujuria sería disparatado.

Aisha era la hija de Abu Bakr, su mejor amigo y devoto seguidor. Uno de los primeros conversos, Abu Bakr quería fortalecer la profunda relación entre él y el Profeta –la Paz sea con él– a través del matrimonio. Casándose con Aisha, el Profeta –la Paz sea con él– concedió el honor más grande a un hombre que había compartido todo lo bueno y lo difícil con él. De esa manera, Abu Bakr y Aisha adquirieron la distinción de estar cerca del Profeta tanto espiritual como físicamente.

Aisha era una mujer extraordianariamente inteligente y sabia, y su carácter era muy adecuado para transmitir el sagrado mensaje de la misión profética. Ella se convirtió en una de sus discipulas más importantes y fue maestra para todas las mujeres. A través del Profeta –la Paz sea con él– sus cualidades de carácter se perfeccionaron al igual que las de muchos otros musulmanes de aquellos tiempos bendecidos y así formó parte de la morada de la felicidad como esposa y discípula del Profeta –la Paz sea con él–.

Su vida y sus servicios al Islam demuestran que con su personalidad excepcional merecía ser esposa del Profeta. Fue una de las autoridades más importantes en la ciencia de los hadices, una comentarista excelente del Corán, y la experta más distinguida e informada sobre la ley islámica. Ella encarnó todas las cualidades internas y externas y las experiencias del Profeta Muhammad –la Paz sea con él–. Y es por esa razón por la que el Profeta fue informado durante un sueño de que se iba a casar con Aisha; y así ella, sin conocer a ningún otro hombre, entró en la casa del Profeta –la Paz sea con él–.

Umm Salama, de la tribu de los Majzum, al principio estaba casada con su primo. Esta pareja abrazó el Islam en su comienzo y emigraron a Abisinia para evitar las persecuciones. Después de volver de allí emigraron a Medina con sus cuatro hijos. Su marido participó en muchas campañas y murió en la Batalla de Uhud. Abu Bakr y Omar, conscientes de las dificultades que supone para una viuda el no poder mantener a su familia, le propusieron matrimonio. Pero ella se negó, porque creía que nadie podría sustituir a su marido.

Al cabo de un tiempo, el Profeta –la Paz sea con él– le propuso matrimonio. Esto era algo muy natural y correcto, porque esa gran mujer nunca tuvo miedo de sacrificarse ni de esforzarse por el Islam. Y ahora estando sola después de haber vivido durante muchos años en la tribu más noble de Arabia no podían abandonarla a la mendicidad. Considerando su devoción, sinceridad y lo que padeció, no podía ser en absoluto desatendida. Casándose con ella, el Profeta hizo lo que siempre solía hacer: convertirse en amigo de los que no tienen amigos, siendo apoyo de los que no tienen apoyo, y protegiendo a los que están sin protección. En las circunstancias en las que ella se encontraba, esta era la mejor manera de ayudarla.

Umm Salama también era muy inteligente; tenía una gran capacidad para ser maestra y guía espiritual. Una vez bajo la protección del Profeta –la Paz sea con él–, la escuela del conocimiento y la orientación había ganado una nueva discípula a quien todas las mujeres estarían agradecidas. Como el Profeta –la Paz sea con él–casi tenía sesenta años, casarse con una viuda con muchos hijos y asumir sus gastos y su responsabilidad sólo se puede entender como un acto de compasión que merece nuestra admiración por sus infinitas facetas de humanidad.

Umm Habiba era la hija de Abu Sufyan, uno de los primeros y más decididos enemigos del Profeta –la Paz sea con él- y seguidor de la religión politeísta e idólatra de La Meca. Pero su hija fue una de las primeras musulmanas. Ella emigró a Abisinia con su marido donde él con el tiempo renunció a su fe y se hizo cristiano. Aunque se separó de su marido[4], siguió siendo musulmana. Poco después de esto, su marido murió y ella se quedó sola.

Los Compañeros en aquellos tiempos no eran muy numerosos y apenas se ganaban el sustento, por eso no le podían ofrecer mucha ayuda. Entonces ¿cuáles eran sus opciones? Se podría convertir en cristiana y aceptar sus ayudas –inconcebible. Podría volver al lado de su padre que era un enemigo del Islam -inconcebible-. O podría ir de casa en casa como mendiga, y esto también era una opción inconcebible para un miembro de una de las familias más ricas y nobles de Arabia, puesto que así mancharía el nombre familiar.

Allah recompensó a Umm Habiba por su exilio en un ambiente inseguro, entre gente de diferentes razas y religiones, y por su desesperación ante la apostasía y la muerte de su marido, concertando su casamiento con el Profeta –la Paz sea con él–. Cuando el Profeta –la Paz sea con él– se enteró de su difícil situación, le envió una proposición matrimonial a través del rey Negus. Esa acción noble y muy generosa era una prueba práctica de: "No te hemos enviado sino como misericordia para todos los mundos" (21:107).

Así Umm Habiba entró en la casa del Profeta –la Paz sea con él– como esposa y discípula, y aportó mucho a la vida moral y espiritual de los que aprendieron de ella. Este matrimonio estableció un vínculo entre la poderosa familia de Abu Sufyan y el Profeta –la Paz sea con él– y fue la causa de que los miembros de esa familia reconsideraran sus actitudes. Es también correcto remontar la influencia de este matrimonio, más allá de la familia de Abu Sufyan, a los Omeyas en general, que gobernaron a los musulmanes durante casi un siglo.

De este clan, algunos de cuyos miembros habían sido los más fanáticos en su odio contra el Islam, salieron algunos de los más famosos guerreros, administradores y gobernadores. Sin duda, fue ese matrimonio lo que originó este cambio porque la profunda generosidad y magnanimidad personificada en el Profeta –la Paz sea con él– los dejó abrumados.

Zaynab bint Jahsh era una dama muy noble y una pariente muy cercana del Profeta –la Paz sea con él–. Ella además era una mujer de gran piedad y generosidad. Cuando el Profeta –la Paz sea con él– concertó su matrimonio con Zayd, un ex-esclavo africano a quien el Profeta había adoptado como hijo, Zaynab y su familia no estaban muy conformes porque la familia tenía la esperanza de casar a su hija con el Profeta –la Paz sea con él–. Pero cuando se dieron cuenta de que el Profeta –la Paz sea con él– había decidido casarlos, accedieron por deferencia a su amor por el Profeta –la Paz sea con él– y por su autoridad.

Zayd había sido esclavizado en una guerra entre tribus cuando era niño. Jadiya se lo ofreció al Profeta –la Paz sea con él– como un regalo cuando se casó con él. El Profeta –la Paz sea con él– lo liberó inmediatamente y poco después lo adoptó. Insistió en su casamiento con Zaynab para establecer y fortalecer la igualdad entre los musulmanes, y apartar el prejuicio que los árabes tenían contra el matrimonio de un esclavo o recién liberto con una mujer nacida libre.

Sin embargo, el matrimonio era infeliz. La noble Zaynab era una buena musulmana, piadosa y poseía cualidades excepcionales. El liberto Zayd estaba entre los que abrazaron el Islam al comienzo, y también era un buen musulmán. Ambos querían y obedecían al Profeta –la Paz sea con él–, pero no eran una pareja compatible. Zayd muchas veces le pidió permiso al Profeta –la Paz sea con él– para divorciarse. Sin embargo, el Profeta –la Paz sea con él– le dijo que mantuviera la paciencia y no se separara de Zaynab.[5]

Pero un día vino el Arcángel Gabriel con una Revelación Divina que anunciaba que el matrimonio del Profeta –la Paz sea con él– con Zaynab era una obligación ya contraída: "La hemos casado contigo" (33:37)".[6] Esta orden fue una de las pruebas más severas a las que el Profeta —la Paz se con él- tuvo que en­fren­tarse, porque se le estaba exigiendo que rompiera un tabú social. Pero como era una orden de Allah, había que hacerlo. Aisha dijo en una ocasión: "Si el Mensajero hubiera cambiado alguna parte de la Revelación, seguramente habría cambiado este versículo."

La Sabiduría Divina decretó que Zaynab se uniera a la casa del Profeta –la Paz sea con él–, y de ese modo pudiera ser preparada para dirigir e iluminar a los musulmanes. Como mujer del Profeta, demostró que era digna de su nueva posición ya que era consciente de sus responsabilidades y compromisos apropiados a su papel, todo lo cual creó una admiración universal por ella.

Antes del Islam, un hijo adoptado se consideraba un hijo natural. Por eso, la mujer del hijo adoptado era considerada como la mujer del hijo natural. Según el versículo coránico "las mujeres de los hijos que provienen de sus lomos" entran dentro de los grados prohibidos del matrimonio. Pero esta prohibición no se aplica a los hijos adoptados, porque no existe una real consanguinidad. Lo que se ve obviamente ahora no se veía entonces. Este arraigado tabú tribal fue roto por este matrimonio, tal como Allah había deseado.

Para tener una autoridad inexpugnable ante las futuras generaciones de musulmanes, el Profeta tuvo que romper este tabú él mismo. Obedecer esta orden es un ejemplo más de su fe profunda, y así liberó a su gente de una ficción legal que oscurecía una realidad biológica, natural.

Yuwayriya bint Hariz, la hija de Hariz, el jefe del derrotado clan Bani Mustaliq, fue capturado durante una campaña militar. Ella fue mantenida junto a otros miembros de su orgullosa familia junto a la gente "común" de su clan. Estaba muy angustiada cuando fue llevada ante el Profeta –la Paz sea con él–, ya que sus parientes lo habían perdido todo y ella sentía un profundo odio y enemistad contra los musulmanes. El Profeta entendió su orgullo herido, su dignidad y sufrimiento; pero lo más importante es que supo cómo tratar eficazmente este asunto. Aceptó pagar su rescate, ponerla en libertad y le propuso matrimonio.

Cuando los Ansar -Auxiliares- y los Muhayirun –Emigrados-[7] comprendieron que los Banu Mustaliq ahora tenían relación con el Profeta –la Paz sea con él– a través del matrimonio, liberaron aproximadamente a cien familias que aún no habían pagado su rescate. No se podía permitir que una tribu tan honrada permaneciera en la esclavitud. De este modo se ganaron los corazones de Yuwayriya y de su gente. Aquellas cien familias bendijeron ese matrimonio. Por su sabi­du­ría compasiva y generosidad, el Profeta –la Paz sea con él– cam­­­bió la derrota de algunos en una victoria para todos, y cambió una situación de enemistad y angustia por otra de amistad y alegría.

Safiyya bint Huyayy era la hija del jefe de una tribu judía de Jaybar que había persuadido a los Bani Qurayza para romper su pacto con el Profeta. Desde muy pequeña, vio a su familia y sus parientes oponiéndose al Profeta –la Paz sea con él–. Ella había perdido a su padre, a su hermano, y a su marido en batallas contra los musulmanes, y al final fue capturada por ellos.

Las actitudes y las acciones de su familia y de sus parientes podrían haber alimentado en ella un deseo profundo de ven­gan­za. Sin embargo, tres días antes de la llegada del Profeta –la Paz sea con él– a Jaybar, ella soñó con una luna brillante que salía de Medina, se movía hacia Jaybar, y al final caía en su regazo.

Más tarde dijo: "Cuando fui capturada, comencé a esperar que mi sueño se realizara". Cuando ella fue traída ante el Profeta –la Paz sea con él– como una cautiva, él la puso en libertad y le dio dos opciones: o seguir siendo una judía y volver a su gente, o entrar en el Islam y convertirse en su esposa. "Yo escogí a Allah y Su mensajero," dijo. Poco después de eso, se casaron.

Integrada ya en la casa del Profeta, atestiguó de primera mano el refinamiento de los musulmanes y la cortesía verdadera. Su pensamiento acerca de los musulmanes cambió, y ella llegó a apreciar el gran honor de ser la esposa del Profeta. Como consecuencia de este matrimonio, la actitud de muchos judíos cambió hacia los musulmanes, porque así tuvieron la oportunidad de conocer mucho mejor al Profeta –la Paz sea con él–. Aquí podemos apreciar que las relaciones cercanas entre musulmanes y no musulmanes pueden ayudar a la gente a entenderse unos a otros mejor y establecer el respeto mutuo y la tolerancia como normas sociales.

Sauda bint Zam'ah ibn Qays era la viuda de Sakran. Una de los primeras en abrazar el Islam, ella y su marido habían emigrado a Abisinia para evitar la persecución de los de La Meca. Sakran murió en el exilio dejando a su mujer completamente en la indigencia. Como única manera de ayudarla, el Profeta –la Paz sea con él–, aunque él mismo pasaba por un tiempo difícil haciendo equilibrios para vivir, se casó con ella. Este matrimonio tuvo lugar algún tiempo después de la muerte de Jadiya.

Hafsa era la hija de Omar ibn al-Jattab. Cuando ella y su marido emigraron a Abisinia y a Medina, su marido se hirió en el camino a Allah y se murió. Ella permaneció viuda un tiempo. Omar, su padre, deseó el honor y la bendición de estar cerca del Profeta –la Paz sea con él– en este mundo y en el Otro. Y el Profeta –la Paz sea con él– honró a su fiel discípulo casándose con Hafsa para protegerla y ayudarla.

Considerando los hechos explicados arriba, se ve claramen­te que el Profeta –la Paz sea con él- se casó con estas mujeres por varios motivos; proveer a las mujeres desvalidas o enviudadas cuya subsis­ten­cia era difícil; consolar y honrar a tribus enemistadas o alejadas; atraer a antiguos enemigos a algún grado de relación y armonía; establecer nuevas normas de relación entre la gente basadas en la hermandad de unificación de fe en Allah; y honrar con el vínculo de familia a los dos hombres que iban a ser los primeros líderes de la comunidad musulmana después de su muerte. Estos matrimonios no tuvieron nada que ver con la auto-indulgencia, ni con el deseo personal ni con la lujuria. A excepción de Aisha, todas las mujeres del Profeta –la Paz sea con él– eran viudas, y todos sus matrimonios después de Jadiya fueron celebrados cuando él era ya un anciano. Por eso lejos de ser actos de auto-indulgencia, estos matrimonios más bien eran actos de auto-disciplina.

Como una parte de aquella disciplina trataba a cada esposa con mucha justicia, dividiendo igualmente los recursos para su subsistencia, el alojamiento, y la asignación. También dividió su tiempo igualmente entre ellas, y las trató con amistad y respeto. El hecho de que todas sus mujeres se llevaran muy bien entre sí es por su buen carácter porque él creaba un ambiente de paz y armonía entre ellas. Se hizo amigo y compañero de cada una.

El número de las mujeres del profeta fue un privilegio que únicamente le había sido concedido a él. Algunas ventajas y la sabiduría de este tratamiento especial, como entendemos, ya han sido explicadas. A los demás musulmanes sólo se les permite cuatro mujeres. Cuando la Revelación que restringía la poliga­mia descendió, los matrimonios del Profeta ya habían sido con­traídos. A partir de entonces, no se casó con ninguna otra mujer.



[1] Recuérdese que debemos juzgar las acciones del Profeta según los estandáres de su propio tiempo. La duración de la vida era corta, así que un hombre de 55 años ya era considerado bastante mayor. Obviamente,esto ha cambiado en nuestros días gracias a los avances científicos y médicos.
[2] Según Los Reyes I 11:3, Salomón tuvo 700 esposas, princesas y 300 concubinas.
[3] Sunna literalmente significa camino, práctica, vía, manera de vivir; práctica que una persona o un grupo de gente lleva a cabo por tradición. Esta palabra ha pasado a referirse casi exclusivamente a los actos practicados por el Mensajero de Allah.
[4] Las mujeres musulmanas no pueden casarse con hombres no musulmanes porque el hombre es considerado como el responsable de su mujer y del bienestar espritual de sus hijos.
[5] Bujari, Tauhid, 22.
[6] Bujari and Muslim.
[7] Ansar: Los "Ayudantes", la gente de Medina que ayudaron al Profeta- la Paz sea con él- y a los Muhayirun dándoles la bienvenida y ofreciéndoles su hospitalidad. Muhayirun: Emigrantes, los Compañeros del mensajero de Allah que aceptaron el Islam en La Meca y participaron en la Hégira a Medina.
Pin It
  • Creado el
Copyright © 2024 El Sitio Web de Fethullah Gülen. Todos los derechos reservados.
fgulen.com es el sitio web oficial del célebre erudito y pensador turco Fethullah Gülen.