Tawba (Arrepentimiento), Inaba (Contrición sincera), y Awba (Volverse a Dios en arrepentimiento)

Tawba (Arrepentimiento), Inaba (Contrición sincera), y Awba (Volverse a Dios en arrepentimiento)

Tawba (arrepentimiento) significa que la persona siente remordimiento y, llena de contrición por los pecados, se vuelve hacia Dios con la intención de obedecerle. Según los eruditos que buscan la verdad, arrepentimiento significa que se hace un esfuerzo sincero para no volver a oponerse al Ser Divino con los sentimientos, pensamientos, intenciones y acciones, además de someterse sinceramente a Sus mandatos y prohibiciones. El arrepentimiento no sólo significa estar asqueado con lo malo o lo prohibido y, en consecuencia, dejar de hacerlo; lo que significa, en realidad, es mantenerse al margen de todo lo que Dios odia o prohíbe, aunque parezca agradable a la razón y los sentidos.

Por lo general, el término arrepentimiento aparece modificado por el adjetivo nasuh (véase el Corán, 66: 8), que literalmente significa puro, sincero, reformar, mejorar y reparar. Tawba nasuh –el arrepentimiento sincero, que reforma y mejora– significa un arrepentimiento puro y una sincera reforma y mejora de la perfección en quien lo experimenta. El que experimenta un arrepentimiento sincero, sentido de todo corazón y verdadero, por la transgresión cometida, quiere abandonarla y, por este motivo, sirve de ejemplo a los demás. El Corán lo enfatiza cuando menciona el arrepentimiento sincero: ¡Oh vosotros que creéis! Dirigíos a Dios con un arrepentimiento sincero y reformador. (66: 8).

Existen tres grados del arrepentimiento:

El arrepentimiento de aquellos que no pueden percibir las verdades Divinas. Este tipo de personas se sienten incómodas por su desobediencia a Dios y, conscientes de que los pecados que enturbian sus corazones, se vuelven hacia Dios arrepentidos y dicen, por ejemplo: «He caído o he cometido un pecado. Perdóname», o también: «Pido el perdón de Dios».

Aquellos que, sin ser totalmente conscientes de las verdades Divinas por estar ocultas tras los velos de la existencia material, sienten el dolor agudo del pecado y el arrepentimiento al poco tiempo de haber hecho o pensado algo incompatible con la conciencia de hallarse siempre en la presencia de Dios, o aquellos que, en los casos en los que el descuido se apodera de sus corazones, buscan de inmediato refugio en la Misericordia y en el Favor de Dios. Esta gente se describe en la siguiente tradición del Profeta:

El Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones sean con él, dijo: «El que se arrepiente de su pecado con sinceridad es como si nunca lo hubiese cometido. Cuando Dios ama a uno de Sus siervos, sus pecados no le causan daño alguno». Y luego recitó el versículo: «En verdad Dios ama a aquellos que regresan a Él en sincero arrepentimiento y ama a los que se purifican» (2:222). Cuando le preguntaron por la señal que indica el arrepentimiento, dijo: «Es estar arrepentido de todo corazón».[1]

Los que viven de forma tan cautelosa que, tal y como se dice en una tradición: «Mis ojos duermen pero no mi corazón»[2], tienen los corazones despiertos. Este tipo de personas excluyen inmediatamente todo lo que se interpone entre Dios y sus corazones y otras capacidades interiores, y recuperan de inmediato la conciencia de su relación con la Luz de Luces. Manifiestan continuamente el significado de: «¡Cuán excelente siervo era! Sin duda él era quien se tornaba siempre a Dios en contrición.» (38: 30; 44).

Arrepentimiento significa recuperar la pureza esencial de la persona tras toda mancilla espiritual, y renovarse con suma frecuencia. Las fases del arrepentimiento son:

  • Sentir pesar y un remordimiento sincero.
  • Tener miedo cada vez que se recuerdan los pecados pasados.
  • Tratar de erradicar la injusticia y defender la justicia y lo correcto.
  • Revisar las responsabilidades personales y cumplir las obligaciones desatendidas en el pasado.
  • El automejoramiento personal mediante la eliminación de los defectos espirituales que causan la desviación y el error.
  • Lamentar y arrepentirse de las veces en las que no se ha recordado o invocado a Dios, en que no se ha reflexionado sobre Sus obras o no Le hemos sido agradecidos. Este tipo de personas están siempre en un estado de alerta y recelo para que sus pensamientos y emociones no estén mancillados por las cosas que se interponen entre ellos y Dios. (Esta última cualidad caracteriza a la gente que está dignificada por su cercanía a Dios).

Si no se siente remordimiento, pena y repugnancia por los errores cometidos, ya sean grandes o pequeños; si no se teme o se tiene aprensión a caer de nuevo en el pecado en cualquier momento dado; y si uno no se refugia en una servidumbre sincera a Dios para librarse de la desviación y del error en el que se ha caído al alejarse de Él, el arrepentimiento subsiguiente no será auténtico.

Hablando del arrepentimiento sincero, el célebre maestro sufí, Mawlana Yalalu’d-Din Rumi[3], dice:

Me he arrepentido y vuelto hacia Dios con una sinceridad tal
Que no cesaré de tenerla hasta que mi alma no abandone mi cuerpo.
Pues ¿quién sino un asno es capaz de dirigirse a la perdición
Después de haber sufrido tantos pesares (por culpa de sus pecados)?

El arrepentimiento es un compromiso con la virtud y para cumplirlo es necesario tener una voluntad fuerte y decidida. El señor de los arrepentidos, la paz y las bendiciones sean con él, dice que quien se arrepiente con sinceridad y se aferra a ello, ha alcanzado el rango de mártir[4]; por el contrario, el arrepentimiento de los que no pueden apartarse de sus pecados y desviaciones, aunque se arrepientan una y otra vez, se burla de la «puerta» hacia la que se vuelve quien lo hace con total decisión y sinceridad.[5]

Aquel que, a pesar de declamar su temor al Infierno, sigue cometiendo transgresiones, no se dedica a hacer las obras correctas, a pesar de sus declarados deseos por el Paraíso, y al que además le causan indiferencia la forma de vida y las prácticas del Profeta, por mucho que afirme el amor por él, es alguien a quien no se puede tomar en serio. Lo mismo ocurre con el que dice ser sincero y de corazón puro, pero lleva una vida pasando del pecado al arrepentimiento.

La primera estación del iniciado es el arrepentimiento y la segunda es inaba (contrición sincera). En términos normales, inaba se refiere también a la ceremonia que tiene lugar cuando alguien se somete a un guía espiritual (murshid). Mientras el arrepentimiento exige la disciplina de las emociones, pensamientos y acciones para pasar de la rebeldía a la aceptación y la obediencia, la contrición sincera exige una crítica de la autenticidad, sinceridad y suficiencia de esa aceptación y obediencia. El arrepentimiento es una progresión o un paso en el viaje hacia Dios, es decir, buscar lo que complace a Dios y abstenerse de lo que Él ha prohibido. La contrición sincera es una ascensión a través de las estaciones del viaje en Dios o, dicho con otras palabras, implica intentar vivir una vida recta en la aniquilación y absorción en Dios para obtener Su complacencia en todos los pensamientos y acciones.

Awba (volverse a Dios en arrepentimiento) es una ascensión a través de las estaciones del viaje a partir de Dios: esto es, ser responsable de guiar a otros una vez encarnadas la forma de la creencia, el pensamiento y la conducta islámicas. Dicho con otras palabras: refugiarse en Dios por temer morir como no-musulmán, y con ello merecer el castigo eterno, es arrepentimiento; aniquilarse en Dios confiando en mantener el rango espiritual es contrición sincera; y cerrarse a todo tipo de deseos, ambiciones u objetivos diferentes a lo que complace a Dios, es volverse a Él en arrepentimiento.

El primero es el estado de todos los creyentes y aparece expresado en: «Oh creyentes, dirigiros a Dios todos juntos en arrepentimiento…» (24: 31). El segundo es un atributo de los santos y de los más adelantados en la creencia y en el comportamiento moral, de los que se encuentran más cerca de Dios. Su comienzo puede verse en: «Tornaros a vuestro Señor en contrición» (39: 54) mientras que su final aparece en: «…y haya venido con un corazón arrepentido y devoto» (50: 33). El tercero es para los Profetas y Mensajeros; todos ellos son estimados y alabados por Dios con las palabras: «¡Cuán excelente siervo era! Sin duda él era quien se tornaba siempre a Dios en contrición.» (38: 30; 44).

Las palabras de arrepentimiento que pronuncian aquellos que son conscientes de estar siempre en la presencia de Dios, expresan la contrición sincera del individuo cuando se vuelve a Dios en arrepentimiento. Esta es la forma en la que se deben entender las palabras del mejor de la creación, la paz y las bendiciones sean con él, cuando dijo: «Yo pido perdón a Dios setenta (o cien, según otra versión o narración) veces al día».[6]

El arrepentimiento es el acto o la manera de los que tratan de vivir de forma correcta, al tiempo que son conscientes de la supervisión constante que Dios tiene de Sus siervos y de lo que realmente significa estar cerca de Él. Los que viven con esta conciencia de la cercanía de Dios, consideran que lo que hace la gente común, volverse hacia Él, es una forma de distracción porque Él los dirige como Él quiere, los vigila constantemente y está más cerca de ellos que ninguna otra cosa. Su estación no es la de la gente de la Unidad del Ser: santos extasiados que contemplan la creación al tiempo que viven completamente aniquilados en Dios y Lo aceptan como el único Ser que existe. Es más bien la estación de la gente de la Unidad de lo Atestiguado: santos eruditos que aceptan que Quien existe de verdad es Aquel que es atestiguado o discernido más allá de la creación. Más aún; es la estación de los que avanzan bajo la luz de la práctica del profeta Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él, según la observación estricta de su Sunna.

No es más que una mera aserción, o una declaración sin fundamento, las palabras de aquellos que, sin haber alcanzado esta estación y, en consecuencia, viviendo (solamente) en la superficie más externa de su existencia, hablan de awba e inaba y, más en concreto, de los objetivos finales de estas dos estaciones.

¡Dios nuestro! ¡Haz que seamos parte de los que creen, se arrepienten y establecen lo correcto! No hay duda de que Tú eres el Perdonador, el Compasivo. Y concede las bendiciones y la paz a Muhammad, el maestro de los Mensajeros.

[1] Abu al-Qasim ‘Abdu’l-Karim al-Qushayri, Ar-Risalatu’l Qushayriya fi ‘Ulumi’t-Tasawwuf (El Cairo, 1972), 91.
[2] Muhammad ibn Isma‘il al-Bujari, Al-Yami‘us-Sahih, 4 vols. (Beirut, s.f), «Tahayyud», 16; Abu’l-Husayn Muslim ibn Hayyay al-Qushayri, Al-Yami‘us-Sahih, 5 vols. (Beirut, 1956), «Musafirin», 125.
[3] Yalalu’d-Din Rumi, Mawlana (1207–1273): Uno de los personajes más célebres del sufismo islámico. Fue el fundador de la Orden Mawlawi (Mevlevi) de los derviches danzantes, y es muy conocido por su Masnawi, una épica de la vida religiosa en seis volúmenes. Para los lectores occidentales, Rumi es una voz poderosa entre los poetas del sufismo.
[4] Daylami, Al-Musnad, 2:76.
[5] Al-Bayhaqi, Shu’abu’l-Iman, 5:436.; Ibn Asakir, Tarihu Dimask, 54:72.
[6] Al-Bujari, «Da’awat», 3; Muslim, «Dhikr», 41, 42.

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