Sobre los Últimos Ataques Terroristas
Los musulmanes deben de decir: «En el verdadero Islam, el terrorismo no existe»
Hoy, lo mejor que se puede decir acerca del Islam es que no es conocido del todo. Los musulmanes deben de decir: «En el verdadero Islam, el terrorismo no existe». En el Islam, matar a un ser humano es un acto tan grave como la incredulidad. Nadie puede matar a un ser humano. Nadie puede tocar a una persona inocente, incluso en tiempos de guerra. Nadie puede emitir una fetua (pronunciamiento legal en el Islam) sobre este asunto. Nadie puede ser un terrorista suicida. Nadie puede abalanzarse sobre una multitud con explosivos adheridos a su cuerpo, sea cual sea la religión de dicha multitud, ya que eso no está permitido religiosamente. Incluso en situación de guerra —cuando es difícil mantener un equilibrio— eso no está permitido en el Islam. El Islam dice: «No toquéis a los niños ni a la gente que venera en las iglesias». Esto no ha sido dicho una sola vez, sino que ha sido repetido una y otra vez a lo largo de la historia. Lo que expresó nuestro maestro, el profeta Muhammad, lo que dijo Abu Bakr y lo que señaló ‘Umar es lo mismo que posteriormente dijeron Salahaddin Ayyubi, Alparslan y Kılıçarslan. Más tarde, el Sultán Mehmet II «el Conquistador» dijo lo mismo. Por consiguiente, la ciudad de Constantinopla, donde reinaba el desconcierto, se convirtió en Estambul. En esta ciudad, griegos y armenios, cristianos, judíos y musulmanes, en definitiva diferentes naciones y creencias, convivían unos con otros con total libertad y en paz. Poco tiempo después de la conquista de Constantinopla, la gente de la ciudad colgó en la muralla un enorme retrato del Conquistador en el lugar donde se hallaba el Patriarcado. Es increíble que dicho comportamiento se manifestase en dicho momento. La historia cuenta que el Sultán hizo llamar al Patriarca y le dio la llave de la ciudad. Incluso hoy, el Patriarcado le recuerda con respeto. Sin embargo, hoy el Islam —como en tantos otros aspectos— no es comprendido debidamente. El Islam ha respetado siempre diferentes puntos de vista e ideas, y esto debe entenderse para que pueda valorarse adecuadamente.
Lamento decir que en los países donde viven los musulmanes, algunos líderes religiosos y musulmanes inmaduros no tienen a mano más arma que su interpretación fundamentalista del Islam. La usan para atraer a algunas personas hacia luchas que sirven a sus propios propósitos. De hecho, el Islam es una fe verdadera y debe ser vivida sinceramente. Con el fin de alcanzar la fe no se pueden usar medios falsos. En el Islam, del mismo modo que una meta ha de ser legítima, también han de serlo todos los medios para alcanzarla. Desde esta perspectiva, uno no puede alcanzar el Paraíso asesinando a otra persona. Un musulmán no puede decir: «Voy a matar a una persona y de esta manera ir al Paraíso». La aprobación de Dios no se alcanza matando a gente. Uno de los objetivos de mayor importancia para un musulmán es conseguir la aprobación de Dios. Otro es dar a conocer al universo el Nombre de Dios Todopoderoso.
Los preceptos del Islam son claros. Los individuos no pueden declarar la guerra. Un grupo o una organización tampoco. La guerra es declarada por un estado, no puede ser declarada sin un presidente o un ejército. De no ser así, se trataría de un acto de terrorismo y en tal caso, se emprendería una guerra reuniendo alrededor de quien la declare —y perdón por mi lenguaje— unos cuantos bandidos. Cualquier persona puede reunir a otros a su alrededor con este fin. Si la gente pudiese declarar la guerra a título individual, reinaría el caos; ya que se formarían frentes por doquier debido a pequeñas diferencias sin importancia, incluso por gente sensata. Algunas personas dirían: «Declaro la guerra a tal y tal persona». Una persona que sea tolerante con el Cristianismo podría ser acusada de la siguiente manera: «Esta persona ayuda al Cristianismo y debilita el Islam. Se debe entablar hostilidades con él y hay que matarle». El resultado sería una declaración de guerra. Afortunadamente, ello no es tan fácil. Quien haga eso —a pesar de que sean eruditos que admiro— no declara una verdadera guerra. Esto contradice el espíritu del Islam. Las normas sobre la guerra y la paz están claramente establecidas en el Islam.
No existe un auténtico mundo musulmán
En mi opinión, no existe realmente un mundo musulmán. En ciertos lugares viven más musulmanes que en otros. El Islam se ha convertido en un modo de vida, en una cultura; no es seguido como si fuese una fe. Hay musulmanes que han reestructurado el Islam según sus ideas. No me refiero a los musulmanes radicales y extremistas, sino a los musulmanes comunes que viven el Islam como les conviene. Es condición indispensable del Islam creer «verdaderamente» y vivir de acuerdo con el mismo. Los musulmanes han de asumir las responsabilidades inherentes al Islam. No se puede decir que semejantes sociedades con esos conceptos y esa filosofía existen en la geografía islámica. Si decimos que existen, entonces estamos difamando al Islam. Si decimos que el Islam no existe, estaremos entonces difamando a los seres humanos. No creo que los musulmanes puedan contribuir mucho al equilibrio del mundo en un futuro próximo. No veo a nuestros administradores con esa visión. El mundo islámico es bastante ignorante, a pesar de su moderado resurgimiento cultural en nuestros días. Se puede comprobar este fenómeno durante el Hayy («peregrinación mayor»). Podemos verlo manifestado en conferencias y paneles. Podemos observarlo en sus parlamentos a través de la televisión. Hay una seria desigualdad en esta cuestión. Ellos —dichos musulmanes— no pueden resolver los problemas del mundo. Tal vez eso se realice en el futuro.
Hoy en día existe un Islam «individual». Hay algunos musulmanes en diferentes partes del mundo. Uno a uno se han ido separando entre sí. Yo, personalmente, no conozco a nadie que sea un musulmán perfecto. Si los musulmanes no se pueden poner en contacto los unos con los otros y unirse, para trabajar juntos y resolver problemas en común, interpretar el universo, comprenderlo bien, considerar cuidadosamente el universo según el Corán, interpretar bien el futuro, generar proyectos para el futuro, determinar su lugar en el futuro, entonces no creo que podamos hablar de un mundo islámico. Al no haber mundo islámico alguno, cada uno actúa de modo individual. Se puede incluso decir que hay algunos musulmanes con sus propias verdades personales. No se puede alegar que exista una comprensión musulmana consensuada, aprobada por expertos capacitados, fiablemente fundamentada sobre el Corán y repetidamente probada. Se podría decir que lo que predomina es la cultura musulmana en vez de la cultura islámica.
Esto ha sido así desde el quinto siglo de la Hégira (s. XI d. de C.). Empezó en la era abasí y con la aparición de los selyúcidas. Aumentó tras la conquista de Estambul. En los períodos que siguieron, las puertas a nuevas interpretaciones se cerraron. Los horizontes del pensamiento se estrecharon. El aliento del espíritu del Islam se cerraba sobre sí mismo. Se empezó a ver gente menos escrupulosa en el mundo islámico; gente susceptible, que no aceptaba a los demás, que no se abrían a nadie. Esta estrechez se sintió también entre las cofradías de los derviches. Se dice que también se sintió en las madrazas (escuelas de teología islámica). Y, por supuesto, todos estos principios e interpretaciones precisan de revisión y renovación por gente experta en sus campos.
La Red de Al-Qaeda
Una de las personas a quien más odio en el mundo es Osama Bin Laden, por haber mancillado el buen nombre del Islam. Ha creado una imagen contaminada. Incluso aunque intentemos todo lo posible por reparar el terrible daño ocasionado, nos llevaría años repararlo. Hablamos de esta perversión en todas partes y en diferentes foros. Hemos escrito libros al respecto. Decimos: «Esto no es Islam». Bin Laden ha reemplazado la lógica islámica con sus propios sentimientos y deseos. Es un monstruo, igual que lo son los que le rodean. Si existe gente igual a ellos en cualquier otro lugar, no son nada más que monstruos.
Condenamos la actitud de Bin Laden. Sin embargo, la única manera de prevenir este tipo de acciones es que los musulmanes que viven en países que parecen ser islámicos —y ya he dicho con anterioridad que no percibo un mundo islámico, sino que sólo existen países donde viven musulmanes— resuelvan sus propios problemas.
¿Deberían pensar de modo diferente cuando elijan a sus líderes? ¿O deberían de llevar a cabo reformas fundamentales? A fin de que crezca una nueva generación bien desarrollada, los musulmanes deberían trabajar para solucionar sus problemas. No sólo sus problemas en materia de terrorismo, execrable instrumento indudablemente no aprobado por Dios, sino también en lo que concierne a las drogas y al tabaco, otras dos prohibiciones hechas por Dios. Discrepancias, agitación popular, pobreza inagotable, la desgracia de ser gobernados por otros y ser insultados tras tener que aguantar ser gobernados por potencias extranjeras, son problemas que se podrían añadir a esta lista.
Tal y como dijo Mehmet Akif Ersoy: la esclavitud, los múltiples problemas, la adicción, la aceptación de las cosas a partir del hábito, y el escarnio son todos corrientes. Todo esto repugna a Dios, y todo ello está fundamentalmente establecido en nuestra nación. Superar esto, en mi opinión, depende de ser un ser humano justo y un ser humano dedicado a Dios.
Nuestra responsabilidad
Es nuestro error; es un error de la nación. Es un error de la educación. Un musulmán real, uno que entiende el Islam en todos sus aspectos, no puede ser un terrorista. Es duro para una persona seguir siendo musulmán si está implicado en el terrorismo al mismo tiempo. La religión no permite el asesinato de personas para cumplir una meta. Pero, ¿qué esfuerzo hemos hecho para educar a esas personas como seres humanos perfectos? ¿Con qué elementos les hemos vinculado? ¿Qué tipo de responsabilidad hemos tomado en su educación, para que ahora esperemos que no se hagan terroristas?
Se puede evitar que las personas se hagan terroristas a través de algunas virtudes producidas por la fe musulmana, tal y como el temor a Dios, temor al Día del Juicio Final y temor a oponerse a los principios de la religión. Sin embargo, no hemos establecido la sensibilidad necesaria sobre este asunto. Hasta la fecha sólo ha habido algunos pequeños intentos para tratar esta descuidada cuestión. Pero, desafortunadamente, algunos de nuestros propios compatriotas han puesto obstáculos en el camino.
Algunos dicen que el tipo de actividades que llevamos a cabo no deberían de ser permitidas. Por lo tanto, las asignaturas en las que se enseña cultura y moralidad deberían prohibirse totalmente en las instituciones de enseñanza. A la vez, sostenemos que todas las necesidades de la vida deberían satisfacerse en las escuelas. La educación sanitaria debería proporcionarse e impartirse por médicos. Las asignaturas que tuviesen que ver con la vida en general y en el hogar deberían ser exhaustivamente enseñadas en la escuela.
A la gente se le debería enseñar cómo comportarse con sus futuras esposas y cómo educar a sus hijos. Pero el asunto no se detiene aquí. Tanto Turquía como otros países que poseen una gran población musulmana sufren del abuso de las drogas, el juego y la corrupción. No queda casi nadie en Turquía cuyo nombre no se haya visto involucrado en algún tipo de escándalo. Ha habido metas que debían de haberse alcanzado y se han logrado. Sin embargo, aún quedan objetivos por conseguir. No puedes preguntarle a nadie sobre esto. No puedes pedirle cuentas a la gente encargada. Están protegidos, cobijados, y por lo tanto, se les ha dejado en paz.
Son gente que ha crecido entre nosotros. Todos son hijos nuestros. ¿Por qué algunos se han convertido en malos chicos? ¿Por qué algunos se han criado como matones? ¿Por qué algunos de ellos se han rebelado contra los valores humanos? ¿Por qué en su propio país se autoinmolan en atentados suicidas?
Toda esta gente ha crecido entre nosotros. Por lo tanto, algún fallo ha debido de haber ocurrido en su educación. Luego el sistema debe de tener algunas deficiencias, algunos puntos débiles que precisan ser examinados y eliminados. En resumidas cuentas, no se ha dado prioridad a la educación del ser humano. Mientras tanto, algunas generaciones se han perdido, destruido y malogrado.
Una juventud insatisfecha ha perdido su espiritualidad. Ciertas personas se aprovechan de ellos, dándoles dinero o convirtiéndoles en «robots». Les han drogado. Se trata de un tema que está a la orden del día y que puede leerse en todas las revistas. Se ha abusado de estos jóvenes hasta tal punto que pueden ser manipulados. Han sido utilizados como asesinos bajo el pretexto de unos ideales locos y se les ha hecho que maten. Gente perversa ha pretendido cumplir ciertos objetivos utilizando a estos jóvenes.
Esta gente ha sido convertida en robots. En el pasado, mucha gente fue asesinada en Turquía. Este grupo mató a tal persona; ese otro grupo mató a otra persona. El 12 de marzo de 1971, todos se implicaron en una sangrienta lucha. El ejército apareció en escena e intervino. El 12 de septiembre de 1980, la gente salió a vengarse los unos de los otros. Todos se estuvieron matando entre ellos.[1]
Unos querían conseguir algo matando a otros. Todos eran terroristas. Los de un lado eran terroristas; los del otro, también, y cada uno calificaba la acción de modo diferente. Unos decían: «Hago esto en nombre del Islam». Otros decían: «Hago esto por mi tierra y mi gente». Un tercero decía: «Lucho contra el capitalismo y la explotación». Sólo eran palabras. El Corán habla de dichas «etiquetas». Son cosas sin valor. Pero la gente se siguió matando. Todos mataban en nombre de un ideal.
En nombre de estos sangrientos «ideales» mucha gente fue asesinada. No era nada más que terrorismo. Todo el mundo, no sólo los musulmanes, cometía el mismo error. Estos asesinatos se convirtieron en una meta «realizable». Asesinar se convirtió en un hábito. Todo el mundo se acostumbró a asesinar, a pesar de que asesinar sea una acción perversa. Una vez, uno de mis más queridos amigos mató a una serpiente. Era un licenciado en teología y es ahora un predicador. Como reacción ante lo que hizo, no le hablé durante un mes. Le dije: «Esa serpiente tenía derecho a vivir en la naturaleza. ¿Qué derecho tenías de matarla?».
Hoy por hoy, la situación es tal que si matan a diez o veinte personas o si las bajas no son tan elevadas como se esperaba, decimos: «Eso no está tan mal, no han muerto muchos». Esta increíble violencia se ha convertido en aceptable para la gente a unos niveles horrendos. Solemos decir: «Está bien que el número de muertos sea sólo veinte o treinta». En resumidas cuentas, la sociedad en general ha terminado por aceptar esto como parte de nuestras vidas.
Esta situación podría haber sido prevenida por medio de la educación. Las leyes del gobierno podrían haber prevenido eso. Algunos grupos minoritarios y protegidos y a los que no se les puede detener, exageran los asuntos triviales y encumbran los insignificantes. Existe un remedio para ello. El remedio es enseñar la verdad directamente. Se debe de dejar claro que los musulmanes no pueden ser terroristas. ¿Por qué? Pues porque la gente ha de comprender que si hacen algo malo, aunque sólo sea del tamaño de un átomo, pagarán por ello tanto en esta vida como en el Más Allá (El Corán, «Surat az-Zilzal», 99:7-8).
En efecto, matar a un ser humano es algo serio. El Corán dice que matar a una sola persona es como matar a todo la humanidad. Ibn Abbas dice que el asesino permanecerá en el Infierno eternamente. Es el castigo que se asigna a los incrédulos. Eso significa que el asesino estará sometido al mismo castigo que el incrédulo. Por lo tanto, en el Islam y respecto al castigo a recibir en el Día del Juicio Final, el asesino será considerado tan bajo como quien ha rechazado a Dios y al Profeta (es decir, un incrédulo). Si esto es un principio fundamental de la Religión, ha de ser enseñado a través de la educación.
[1] Turquía ha sufrido tres golpes de estado militares durante la segunda mitad del siglo XX. Las fechas mencionadas corresponden al primero y al segundo, los cuales acontecieron por el malestar social reinante.
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