La Poesía Desde Una Humilde Perspectiva

La poesía es la voz, la articulación y la expresión de la verdad y esencia del género humano, de su amor, entusiasmo, problemas, pesares y alegrías, la expresión de su percepción y evaluación de la existencia y del más allá con la lengua de los sentimientos y de las emociones, de manera oculta o manifiesta. Desde otro punto de vista, podemos verla como el modo en que el corazón siente las cosas y los acontecimientos, interpretados por los sentimientos, La valoración específica que hace la consciencia del género humano y del universo, con respecto a lo inmanente y a lo trascendente. Y la interpretación y la indagación por parte de la consciencia y la cognición –a pesar de sus funciones esenciales– de estas percepciones, sentimientos y consideraciones, con una mayor o menor conformidad con la realidad y, en ocasiones, a remolque de los sueños y de las imaginaciones.

Teniendo en cuenta que cada uno de nosotros tiene su propia amplitud de consciencia, inmensidad de corazón y riqueza de emociones, es lógico que sean diferentes la profundidad de sus sentimientos y sus reflexiones, la perspectiva de las cosas y los acontecimientos, el cómo interpretar lo que sienten y perciben, sus estilos individuales, sus palabras e incluso sus melodías.

Habiendo gente inconsciente de las esferas que están más allá de la existencia visible e incapaz de comprender el lenguaje de la consciencia, sólo ve cosas materiales. Y dado que su raciocinio se reduce simplemente a lo que ve y algunos incluso desconocen sus propios mundos interiores, es evidente que este tipo de personas articularán gran cantidad de sonidos y palabras, sea con o sin sentido. Al expresar sus percepciones interiores, los individuos de cualquiera de estos grupos reflejan la imagen interior y los diseños que se forman en su consciencia y se propagan por su imaginación y por su mente, para luego influenciar sus sentimientos —la diferencia de creencias, opiniones y culturas desempeñan un papel importante en este campo— lo cual significa que un solo objeto, un único significado, una sola imagen es representada de maneras diferentes.

Cada vez que un poeta está a punto de escribir, cada vez que abre la boca para decir alguna cosa, expresa su mundo interior y habla de sus sentimientos, reflexiones, creencias y opiniones, a no ser que esté deliberadamente urdiendo fantasías que confrontan sus creencias, opiniones, pensamientos y puntos de vista. Y lo cierto es que esta aseveración es válida para el resto de las artes.

En este sentido, podemos afirmar que la esencia de la poesía se funda en la voz interior de cada uno y, cuando logra el tono correcto, el poema refleja con toda claridad el corazón y los sentimientos del poeta; por tanto, es revelado en diferentes modos.

El acto de salir a la luz toma en ocasiones la forma de líneas de palabras, otras veces son unas pocas gotas de sabiduría, en otras es una alegría desbordante o una pena negra como la pez, de vez en cuando es como un aroma de pasión, a veces es tan heroico como una galopada, a veces es nostalgia de la patria, en ocasiones es la alegría de la unión y de vez en cuando son piezas multicolores que expresan todas estas nociones a la vez. Sin que importe el cómo, lo que en realidad ocurre en la poesía. Las metáforas, significados y conceptos se evaporan en meras trazas para luego transformarse en rocío en las profundidades más íntimas del poeta, y luego se derraman en el regazo de las páginas como si fueran gotas puras de lluvia.

La verdadera poesía se compone de metáforas y símbolos gestados en el corazón, se eleva como nubes y adopta una forma celestial. Los versos compuestos de otro modo no son poesía, sino meras palabras artificiales que contradicen los sentimientos interiores. Las declaraciones y las palabras que no se han formado en el alma de una persona como si fueran la voz de su consciencia, son palabras huecas, sin que importe lo hermosas o deslumbrantes que parezcan. Un poema perfecto debe su perfección a que es el eco de la voz del corazón y de las melodías de la conciencia, lo mismo que tiene la capacidad de reflejar las consideraciones, creencias, opiniones y horizontes de las reflexiones del poeta, pero no por sus aspectos formales o intelectuales. Las palabras de un gran poeta son la expresión de sus emociones y percepciones más íntimas, de su amor, entusiasmo e interpretaciones; y no un mero esfuerzo lingüístico. Este reflejar las profundidades más internas del poeta —de forma oculta o manifiesta— es la clave de la sinceridad de un poema y de su estar a salvo de toda afectación. El verdadero poeta, cuyas consideraciones e imágenes tienen su origen en las búsquedas e investigaciones de la consciencia, tiene siempre un estilo uniforme —exceptuando algunas desviaciones particulares— y expresa sus propias emociones, sus reflexiones y sus percepciones. El poeta casi siempre se mueve dentro de las notas de una cierta modalidad, tanto graves como agudas, y se sostiene en una misma tonalidad. Lo cierto es que la poesía no es un lenguaje, sino palabras nacidas de las valoraciones, tentativas e inquietudes de la conciencia. Y sin embargo, es un terreno fértil para el florecimiento del lenguaje. Hay ocasiones en las que la poesía puede asumir una forma equívoca o poco explícita en lo que se refiere a la fraseología; pero como discurso será siempre claro e intemporal en lo que respecta a la riqueza de su contenido.

La poesía no habla sobre el género humano, el universo y el Creador de la misma forma que lo hacen los estudios religiosos, el sufismo y la filosofía. Al igual que ocurre con los sueños, la poesía presenta significados y metáforas como motivos e imágenes abstractas. Luego, su significado es desvelado por los intérpretes, en tantas dimensiones como lo permita su capacidad. Al margen de que las concepciones, fantasías e interpretaciones de un poeta coincidan o no con lo que otro piensa, el marco de referencia es la percepción propia del poeta, y los sentimientos que el poeta susurra a su lengua y a su pluma, siempre estarán relacionados con esta percepción. Los procesos de percepción, valoración y expresión interna que tienen lugar en el poeta, ocurren también en la persona que analiza e interpreta el poema. La inmensidad y flexibilidad de las palabras pueden convertirse en una voz y una declaración diferentes si el intérprete se extralimita por diferencias de pensamiento, opinión y cultura. Como ejemplo, citar el hecho de que sea posible dar interpretaciones opuestas y contradictorias de gentes e ideas consideradas sagradas. A este respecto, lo que podemos decir es que, del mismo modo en que los poetas expresan sus mundos interiores en los poemas que escriben, también para los lectores y los intérpretes sus propias ideas, opiniones y cultura constituyen un punto fundamental de referencia. Aunque haya excepciones, no cabe duda de que esta es la forma en la que suele suceder.

Lo cierto es que esto no es extraño en absoluto. Lejos de ser algo insólito, puede incluso considerarse como algo deseable y beneficioso, siempre y cuando la pureza, la inocencia y el honor de las propias palabras guarden una proporción directa con lo que contiene el corazón. La poesía es otra forma de llamar a esa persona que nos habla del «yo», de la existencia y de lo que hay más allá, y de sus propias percepciones. Este es un aspecto importante de la verdadera poesía. Otro aspecto, no menos importante, es que estas voces y emociones surgidas del corazón no deben tentar a la persona para que caiga en los pozos carnales o materiales, no deben corromper las mentes con descripciones de la falsedad, no deben intentar atraer a los lectores u oyentes valiéndose de fantasías, extravagancias o exageraciones, no deben hacer que los temas sean incomprensibles, haciéndolos oscuros o ambiguos, en un intento artificial por parecer un provocador de ideas, y así sucesivamente. En un buen poema, la fraseología tiene que ser exquisita y el amor debe reflejar el anhelo por la fuente esencial de todas las bellezas. Y, por añadidura, la existencia debe ser interpretada de forma que se contemplen los objetos como obras de arte maravillosas, atribuidas a su Verdadero Dueño. Estas características son, para nosotros, las bases esenciales de la pureza, inocencia y excelencia de un poema.

Hablando en el sentido estricto de la palabra, un poema no es tal si su relación con el lenguaje está basada en mentiras, exageraciones y la promoción de lo incorrecto, o si su relación con la imaginación está basada en la trasgresión, la obscenidad y las imágenes que estimulan la lascivia, o si su relación con la consciencia se limita a fomentar ideologías desviadas. En ocasiones estas sucias palabras son presentadas como poesía. Pero independientemente del tipo de comprensión adoptada, ya sea el asociado al positivismo, que afirma que solo se puede llegar a la verdad mediante la prueba y el error, o el racionalismo, que afirma que todo puede explicarse y comprenderse mediante la razón, o la perspectiva del romanticismo, que enfatiza en demasía la imaginación y la sensibilidad, o el enfoque basado en un naturalismo ardiente, o en el realismo, que intenta describir todo tal y como es, incluidos sus defectos, o el surrealismo, que intenta fomentar la curiosidad, o el idealismo, que afirma que nada es real excepto las ideas, o el cubismo, que sustituye lo descriptivo por una perspectiva geométrica, o cualquier otro tipo de corriente o enfoque… sea cual sea el punto de vista que adoptemos, no podemos considerar lo mencionado como verdadera poesía. La auténtica poesía es la comprensión de las emociones humanas, es la voz del corazón, ya sea de forma oculta o manifiesta. Es la lírica, la composición y la melodía de la relación entre el género humano, el universo y Dios. Es una sombra que determina con precisión cada una de las verdades que podemos distinguir por doquier, (desde la Tierra hasta las estrellas). Es una fotografía de la proyección de la creación sobre nuestras emociones y pensamientos, enmarcada con palabras. Es la tonada sincera de nuestros amores y alegrías, que se toca con cuerdas diferentes. Y es un ramillete compuesto por nuestra fe, esperanza, voluntad, belleza, amor, reunión y anhelos.

Estas son las características de la poesía que tiene referencias válidas, y en la que no hay exageración alguna. El Corán habla de los poetas que no han podido encontrar la fuente de su autenticidad, ni se han comprometido con ella: En cuanto a los poetas, tan solo los extraviados los siguen. Acaso no ves que vagan confusos a través de todos los valles (de falsedades, de pensamientos, y de corrientes). La situación descrita bien pudiera referirse a los poetas atrapados superficialmente por una de las corrientes mencionadas; carece de importancia el que estas no hubiesen aparecido en la época en la que fue revelado este versículo. El Corán continúa: Y dicen lo que ellos mismos no hacen. Tras esto, el Corán insiste en que este tipo de poesía tosca y sin una base auténtica, lo que hace es estimular la fantasía y los deseos de la carne, o es muy probable que lo haga. Y a continuación el Corán menciona como excepción a los maestros de la poesía que basan sus palabras en una referencia auténtica, e incluso los alaba y los valora: A excepción de aquellos que creen y hacen actos buenos y rectos, y recuerdan a Dios en gran medida… (Sura de Los Poetas, 26: 224-227).

En este sentido, la poesía es un atlas de expresiones dispuestas a partir de perlas de palabras, además de ser una composición mágica que se toca en las cuerdas más delicadas del corazón, cuyo dueño puede hacer que todos la escuchen y caigan bajo su influencia. Cuando un poema de este tipo encuentra el tono correcto y es interpretado, las expresiones más excelentes se levantan y saludan llenas de sobrecogimiento.

El lugar más destacado en el diccionario del amor pertenece a la poesía. Las palabras que ascienden a los horizontes del ser, y que son oídas por todos en alas de la poesía, pueden traspasar todos los límites y volar a donde quieran, pueden hablar a todas las naciones y ofrecer una flor al mundo entero. Hasta ahora, estos gloriosos aluviones de expresión se han desbordado a partir de unas mentes brillantes. Pero con el paso del tiempo se han descolorido y transformado en imágenes desvaídas o arroyos poco profundos, se han convertido en víctimas de la familiaridad y ya nadie les presta atención. Pero el poema fiel a sus orígenes y fundamentos se mantiene siempre fresco y vívido como si fuese una diadema de palabras. Y si este poema está además abierto a la espiritualidad, sus palabras pueden ascender hasta el punto de ser recitadas por seres celestiales.

Hay ocasiones en las que incluso los poemas más deliciosos no logran mostrar completamente sus bellezas. Esto es una desgracia para esas obras excelentes. No obstante, estos estados aciagos no duran mucho tiempo. Mañana, o incluso hoy, algunos maestros de las palabras los oirán y reconocerán y luego revelarán su verdadera naturaleza. Tal y como ocurre hoy en día, la poesía ha sido tratada con frecuencia como algo carente de valor e ignorado por las masas. No obstante, esta falta de interés nunca ha durado demasiado y los maestros de las palabras la han coronado de la mejor manera, como una recompensa por la veneración que se les había arrebatado. Lo cierto es que la poesía es el depósito que los pueblos han utilizado de forma continuada para abastecer sus emociones, reflexiones, culturas e identidades nacionales, además de servir como elemento de cohesión en diferentes periodos históricos. Aquellos que durante una determinada época habían perdido contacto con su pasado, pudieron descubrir y experimentar en la poesía la expresión de sí mismos, además de ver su propia historia contenida en ella.

La poesía puede ser más elocuente que el más florido de los sermones y también transformarse en un arma más formidable que la más afilada de las espadas. Cada vez que un poema de este tipo —el que logra encontrar la melodía correcta y transmitir el entusiasmo del corazón— resuena, montones de palabras sin sentido huyen despavoridas y se sumen en el más absoluto de los silencios. Cuando se desenvaina la espada de la poesía, los falsos príncipes de las palabras, que han establecido sus tronos en el aire, son derrotados y acaban recluidos.

El Mensajero de Dios considera esta poesía, de contenido poderoso y significado acertado, como una fuente de sabiduría. En su mezquita tenía una tribuna para que Hassan ibn Zabit recitase poemas. Luego pedía por el poeta diciendo: «Dios mío, apóyale con el Espíritu Santo». Esto puede entenderse como una forma de enfatizar el valor de combatir con la espada de diamantes de la poesía la burda mentalidad de los idólatras.

Siempre que el poema mantenga su propio colorido, no podremos encontrar una belleza tan natural, tan vívida o tan intemporal. A pesar de que la poesía no tiene color propio, lo cierto es que contiene matices de cada color. Cuando las letras y las palabras se convierten en estudiantes de la escuela de la poesía, cuando llegan a ser reclutas en las filas de la poesía, llegan a todos los niveles del conocimiento y conquistan todas las fortalezas.

La verdad es que la existencia ha sido dispuesta como un poema escrito en el marco de las leyes de la creación. Por lo que respecta a la poesía que se ha convertido en una voz y palabra enérgicas gracias a su propia dinámica, es una forma de expresar el mismo poema de la existencia, en varios estilos y conforme a los diferentes registros del lenguaje. En este contexto, podemos considerar a los poetas como los ruiseñores de la existencia. Tal y como se declara en el versículo: No le hemos enseñado poesía (al Mensajero) ni es propio de él (Ya.Sin, 36: 69), el Mensajero de Dios no es un transmisor de sentimientos, emociones y percepciones, sino de las puras verdades divinas. No es un poeta, ni tam-poco el Corán es poesía. Y sin embargo, el Profeta es un príncipe de la exposición y el maestro más glorioso de las gentes del lenguaje, y el Corán es una de las fuentes más brillantes y más ricas de los poetas «inspirados». Los Profetas explican la esencia de la relación entre el género humano, el universo y el Creador de manera comprensible para todos. Guían a los pueblos sobre el modo correcto de servir a Dios Todopoderoso, una guía que otorga la felicidad en los dos mundos. En lo que respecta a los poetas expresan estas verdades, u otras asociadas, con un estilo nuevo y según sus propias percepciones, comprensión, horizontes, caracteres y temperamentos, en el lenguaje de sus corazones, sentimientos y emociones.

La verdadera poesía es un fruto que brota como una flor celestial en las ramas de la inspiración, de modo que puede ser sustituida por frutos similares según los pensamientos e intenciones de los que recogen dicho fruto. Esta cosecha prodigiosa se renueva incesantemente, tanto es así que las manos que se alzan hacia el árbol de la poesía siempre descubren algo que recolectar. Y sin embargo, todo lo cosechado mantiene su singularidad. Las sensaciones y las emociones y los nuevos capullos no se repiten, porque los sentimientos, los pensamientos, las intenciones, las perspectivas y las culturas son lo que confieren al fruto su verdadero color, sabor y acento. Aunque la poesía es un pensamiento calentado en el crisol de la consciencia y la cognición, y una melodía tocada con el instrumento del lenguaje, lo que le confiere verdadera profundidad y un matiz también verdadero son los horizontes de la creencia del poeta, su opinión, cultura y reflexión. Si las palabras que han encontrado su verdadero estado, al hervir en ese crisol, se elevan mediante la creencia, la opinión y la cultura, se convierten entonces en transcendentes y consiguen una profundidad tan sublime como la del diálogo entre los seres celestiales. Se convierten en un río de sabiduría que produce resultados admirables por dondequiera que pasa. Cuando el poema captura el tema preciso que se debe expresar y lo expone, resuena en el interior de las almas de los hombres y de las mujeres de letras como la trompeta «Sur» que tocará el Arcángel Israfil (Rafael). En nuestra época, en la que tantas palabras débiles carentes de propósito, espíritu y trasfondo oscurecen nuestros horizontes, es evidente que estamos sedientos de verdadera poesía. No obstante, ni mi capacidad ni la longitud de este corto ensayo son suficientes para expresar esta sed de manera fidedigna.