El Mundo Anhelado

Fethullah Gülen: El Mundo Anhelado

Cuando reflexionamos sobre los grandes acontecimientos históricos comprobamos que pensamiento y acción viven el uno junto a la otra, entrelazados en una unión. La acción es, por un lado, planificada y alimentada por el pensamiento, mientras que por el otro, nuevos esfuerzos y empresas crean los fundamentos o las bases para nuevas ideas y proyectos. En este sentido, el pensamiento puede considerarse como el cielo y la lluvia, la atmósfera y el aire para la acción, mientras que ésta puede equipararse al contenedor y a la maceta, a la tierra y al poder del crecimiento vegetal para el pensamiento. No es erróneo suponer dicha reciprocidad. Para toda empresa se necesita realizar una reflexión y un plan. Todo pensamiento es un comienzo, un proceso para encontrar su verdadero marco y para llegar a su objetivo, dirigiendo las acciones hacia esa meta. El principio de la fuerza de voluntad es una inclinación interna y su desenlace es la decisión, la determinación y el esfuerzo. En este proceso, el pensamiento es como una urdimbre o trama, desde el principio hasta el final, y las actividades conscientes son como los patrones y los encajes que se tejen sobre los hilos de aquella trama. Las acciones sin pensamiento ni planificación suelen acabar en fracaso y desorden. Los pensamientos sin acciones impiden la construcción de modelos —considerados como la dimensión última del pensamiento— y también dañan el espíritu de la fuerza de voluntad.

Volviendo a la actualidad, no sólo se ha impedido a los destellos del pensamiento iluminar todos los ámbitos de la sociedad, sino que la voluntad de poder también ha sido paralizada por completo, la representatividad ha sido excluida del sistema y se ha permitido que la anarquía destruyese la acción. Los desafortunados movimientos del siglo han llevado a las masas de una depresión a otra, arrastrándolas en una sucesión de desórdenes. Las masas, en manos de almas egoístas, codiciosas y ambiciosas, han sido inducidas al error, paralizadas y confundidas, han quedado tambaleándose de aquí para allá, siendo explotadas continuamente. A pesar de todas estas razones, y desgraciadamente para nosotros, podemos ver cómo la gente de hoy en día aún no ha madurado lo suficiente como para poder mover sus corazones y sus facultades mentales, y decirse a sí misma «aún un poco más...» para así liberarnos de las debilidades de nuestra disposición natural, para fortalecer nuestra fuerza de voluntad, para alimentar nuestras creencias y hacerlas madurar, y para erradicar de nuestras almas cualquier atisbo de desesperación o escepticismo. Y, también, prioritariamente por supuesto, para salvarnos del choque «Occidental», ahora, volvamos a decir «un poco más».

Desde el pasado de la revolución industrial hasta el despegue tecnológico contemporáneo, casi todo ha acontecido como un choque detrás de otro, creándonos todo ello muchas complicaciones. Por otra parte, una concepción errónea del «cientificismo» unida a la ligereza e inconstancia de la modernidad, han confundido en gran medida nuestras mentes y ha enturbiado nuestra visión. Desgraciadamente, es muy probable que tal debilidad y tales choques continúen durante algún tiempo, y los delirantes discursos de nuestro sonambulismo, al parecer, continuarán, por lo que sólo Dios sabe cuántos años más tendremos que seguir en esta situación. Tenemos y tendremos que aguantar, ya que somos conscientes del hecho de que, para que una sociedad que ha sido tan conmocionada y vapuleada se recupere, vuelva en sí y salde la cuenta con su tiempo, se necesita de una acción disciplinada y positiva durante un largo período de tiempo. Como la viva paciencia de los corales, un movimiento disciplinado y activo semejante a la tranquilidad y la constancia de una incubación.

En esa espera y con esa acción, creo realmente que vamos a revivir y a contribuir a la mejora y al avance del mundo. Sin embargo, con objeto de activar dicho proceso, hemos de generar personas de gran fuerza de voluntad que insuflen a la gente de hoy un nuevo espíritu, gente con la profundidad de Abd al-Qadir Yilani, la amplitud del Imam Gazali, la devoción del Imam Rabbani, el amor y el entusiasmo de Mavlana Yalal al-Din Rumi y la capacidad y el aplomo de Nursi, gentes que puedan preparar para los seres humanos de nuestro tiempo un terreno fresco en el que vivir. Sin embargo, es cierto que necesitamos el momento, las condiciones y la oportunidad adecuados para hacer surgir a dicha gente y romper las oleadas de depresión que han aplastado al pensamiento y a la intuición durante siglos, permitiendo que las brisas del Yudi[1] soplen en las almas de la gente. Por supuesto, huelga decir que tenemos que conquistarnos a nosotros mismos, reparar el mecanismo de nuestras almas y restaurar nuestro mundo del corazón, nuestros sentimientos y pensamientos. De lo contrario, si no podemos educar a «la caballería de la luz», ¿quién nos ayudará a llegar hasta la fuente del Jidr? Mientras permanezcamos cerrados a nuestros propios valores y vivamos desorientados respecto a nuestras tradiciones espirituales, no nos será posible ir más allá y avanzar. Éste ha sido nuestra situación hasta ahora. Respecto a este tema, no es necesario buscar enemigos externos, pues nuestro enemigo se halla dentro de nosotros mismos, contemplando nuestra miseria e indolencia desde su propio palacio, con las piernas cruzadas y riéndose veladamente de nosotros. Si vamos a producir una estrategia para el yihad, y entonces, éste yihad ha de tener como objetivo erradicar a los despiadados e incrédulos enemigos entronizados en nuestro corazón. Nuestro mundo no ha sido realmente bloqueado durante siglos sino por esos mismos enemigos. Nuestra gente no ha sido capaz de superar este fatal bloqueo y volver en sí, ni ser ella misma. Nuestra nación ha sido como un extraño punto focal de diversas comunidades, tradiciones y culturas. Ha sido un ejemplo de desorden y desorientación y nunca se ha unido, como si se tratara de una víctima con el pensamiento dividido por lealtades contradictorias a diferentes naciones, tribus, acuerdos e ídolos. Se ha arrodillado ante muchos falsos dioses al mismo tiempo, ha renovado su solemne juramento ante muchas falsas deidades, un día tras otro. Tanto fue así que, durante ese desdichado período, nuestra gente nunca llegó a creer que ninguna de aquellas ideas fuese completa o verdadera. A pesar de haber vivido entre tantos cruces de corrientes intelectuales e ideológicas, nuestra nación nunca ha sido capaz de situarse completamente dentro o fuera de ninguna de ellas.

Quién sabe cuántas grandes ideas se han mantenido en un mero estado de latencia sin llegar a aplicarse a la vida, y cuántos proyectos importantes quedaron atrapados y destruidos a causa de la vaga y borrosa visión de personas miopes. Porque, a su juicio, el sentido de las cosas y los acontecimientos y la interrelación de la humanidad, el universo, la vida y la ciencia, son cosas insignificantes y sin sentido, que no merecen ni tan siquiera el detenerse a pensar en ellas, pues argumentan que de estos asuntos sólo conocemos aquello mismo que conocemos acerca de la existencia. Y que aquello que no conocemos, será resuelto, en cualquier caso, por alguien que pueda comprenderlo en el futuro. Todo se mide, se conforma y resuelve a través de sus ideas inamovibles. Ellos pueden, en caso de necesidad y presentando un mundo lleno de errores, estar en lo correcto y lo correcto estar equivocado, manteniendo a la ciencia, a la investigación y al conocimiento bajo el dictado de sus propias creencias y dogmas. Y, como si hubiesen sido testigos de la creación y de sus etapas desde tiempo inmemorial, pueden jactarse y presumir de manera segura y vender ciertas hipótesis como si se tratasen de hechos consumados.

Si no existe verdad en la que se pueda creer, si no hay una idea que valga la pena creer o aceptar, entonces, ¿qué distingue a la existencia del caos? En un mundo donde prevalece esta opinión, ¿cómo puede una comunidad ser protegida del relativismo, incluso en aquellos asuntos que son indemostrables? ¿No es verdad que las masas, sumidas en ese relativismo, aceptarán tanto lo verdadero como lo falso, sólo en la medida en que acepten su opuesto? Por supuesto, si tal comprensión se difunde, todo, desde el concepto de bondad/maldad hasta la consideración de moral/inmoral, será influenciado por el relativismo. Hoy en día, lo que necesitamos como nación es un carácter que sea animado por la conciencia, por la realización y la responsabilidad, un carácter que atienda a los planes de futuro y a los proyectos, así como a las actitudes y acciones relativas a las necesidades y a los requerimientos de nuestro tiempo, y que sea sincero, elevado y equilibrado. Necesitamos un tipo de pensamiento y espíritu que esté abierto a toda la existencia a través del corazón; a alguien cuya mente sea cultivada y próspera, y que sea consciente del conocimiento; alguien que sepa siempre cómo renovarse una vez más, que busque siempre el orden y la regularidad, y que sea rápido en reparar cualquier daño.

Las personas de tal carácter irán constantemente de victoria en victoria. No para arruinar países y construir capitales sobre las ruinas, sino para mover y activar los pensamientos, los sentimientos y facultades personales; para fortalecernos con tanto amor, afecto y benevolencia, que seremos capaces de abarcarlo todo y a todos; para restaurar y reparar lugares en ruinas, para insuflar vida en los rincones inertes de la sociedad, para convertirnos en sangre y vida y así fluir dentro de las venas de los seres y de la existencia, haciéndonos sentir los placeres de una creación inabarcable. Con todo lo que tienen, esas personas son siervos de Dios y, como vicerregentes Suyos, están en contacto permanente con la creación. Todos sus actos y actitudes están controlados y supervisados. Todo aquello que hacen, lo hacen como si fuera a ser presentado para ser inspeccionado por Él; sienten por lo que Él siente; ven por Su visión; derivan su forma de expresión de Su revelación: son como el cuerpo del muerto en manos del ghassal[2] ante Su voluntad; su mayor fuente de poder es su conciencia de su propia debilidad, incapacidad y pobreza ante Él. Y siempre tratan de hacer todo lo posible para no cometer un error, con el fin de hacer el mejor uso de ese tesoro inagotable.

Son también personas de gran autocrítica y autocontrol. Lo bueno y lo malo, la belleza y la fealdad son tan distintas y están tan ordenadas en sus ubicaciones propias en el espejo de sus almas, como el día y la noche, como la luz y la oscuridad. Todos sus poderes de voluntad, corazón, conciencia y percepción se afanan en utilizar los mecanismos propios de la conciencia y en conseguir las más altas metas relativas a las facultades que componen dicha conciencia. Saben que «las atiyya (regalos, recompensas) del Creador Todopoderoso son llevadas únicamente por las matiyyas (las bestias de carga)», del mismo modo en que la responsabilidad es soportada por la fuerza de voluntad y el amor por el corazón, conocen el vínculo e intercambio de información entre la conciencia y la existencia, y entre la conciencia y los misterios que moran tras el velo de la existencia, mientras sus sentidos perciben la verdad absoluta, más allá de cualquier forma y medida, más allá de cualquier calidad y cantidad, y, poseyendo un conocimiento que los coloca algunos pasos por delante de los ángeles, sienten la cercanía a Dios.

En cuanto a su propia vida individual, sus ojos están siempre en el horizonte de ser unas personas ejemplares. En la búsqueda de la excelencia, están codo a codo con los santos y sinceros amigos de Dios. Son increíblemente atentos, meticulosos, sutiles y peculiares en el cumplimiento y la representación de los mandamientos de Dios. Todos sus atributos, como su determinación heroica de vivir el verdadero Islam, su rechazo ante las cosas que Dios no ama, su arrojo, intrepidez y perseverancia en el camino de la realización de los preceptos de su fe, están más allá de nuestra comprensión e imaginación.

Por otra parte, la enorme amplitud de su conciencia social, la profundidad de ser personas de la Verdad y, al mismo tiempo, compañeros de la persona común, su amor por Dios y por la creación a causa de Él, su amor ascético, se alegre fervor, sus intereses y preocupaciones, están más allá de toda medida y expresión.

Dicha persona es, en efecto y sobre todo, una persona de conocimiento y responsabilidad celestiales. El concepto de esta misión celestial merece una discusión aparte.

[1] Yudi: La montaña donde se posó el arca del Profeta Noé según el Corán, 11:44: «Y fue dicho: «¡Oh Tierra, trágate tus aguas! ¡Oh Cielo, cesa (tu lluvia)!». Y las aguas se hicieron descender y (por la voluntad de Dios) el mandato se cumplió. Entonces el Arca se posó en al-Yudi, y fue dicho: «¡Fuera con esa gente malhechora!» El monte Yudi está situado en el sureste de Turquía, muy cerca de la frontera turco-iraquí. Con muchas cuevas, suaves laderas y su cima en forma de palma de la mano, su paisaje parece el adecuado para albergarse tras el diluvio. También ha sido transmitido que el Yudi podría ser el nombre de una cadena montañosa que corre a lo largo de Mosul, Yizra y Damasco.
[2] Ghassal: La persona que realiza el baño ritual para los muertos en el Islam.

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