¿Por qué tenía más de una mujer?

Algunos críticos del Islam, ya sea porque desconocen las razones de estos matrimonios o porque quieren representarlo como un libertino demasiado indulgente consigo mismo, lo han acusado de tener un carácter débil, algo incompatible incluso las personas de virtud mediocre, ¿cómo pueden acusar de algo así al último Mensajero de Dios y el mejor modelo para la humanidad? Sin embargo, basándonos en las fuentes fidedignas de su biografía de las que disponemos y las otras narraciones sobre sus dichos y acciones, está bastante claro que sus matrimonios formaban parte de una vida muy disciplinada, y eran otra responsabilidad con la que tuvo que cargar.

Las razones de sus matrimonios múltiples son varias, mientras que difieren de caso en caso, todas ellas están relacionadas con su papel como líder de la comunidad musulmana y su responsabilidad para guiar a sus seguidores a las normas y los valores del Islam.

Cuando Muhammad tenía 25 años, —15 años antes de que su Misión Profética empezara—, se casó con Jadiya, su primera esposa. Considerando el ambiente cultural y moral en el que vivió, sin mencionar su juventud y otros factores, no obstante fue conocido por su castidad perfecta, por su integridad y por su carácter fidedigno. Tan pronto como él fue llamado a la Misión Profética, surgieron enemigos que llevaron a cabo toda clase de ataques. Sin embargo, ni siquiera sus más acérrimos enemigos pudieron atacar su reputación, ya que hacerlo les habría causado ser ridiculizados y desacreditados inmediatamente. Es importante comprender que su vida fue fundada sobre la castidad y la autodisciplina desde el principio y así siguió.

Cuando tenía 25 años y se hallaba en la flor de su vida, Muhammad se casó con Jadiya, una viuda 15 años mayor que él. Este matrimonio era elevado y excepcional a los ojos del Profeta y de Dios. Durante 23 años, esta pareja devota vivió en satisfacción y fidelidad constantes. A pesar de contar con el permiso de la opinión pública, el Profeta no se casó con nadie más durante su matrimonio con Jadiya. Aunque a sus enemigos les sea muy difícil aceptar esto, durante estos años, no pueden encontrar ningún defecto en su carácter moral. Cuando ella falleció en el octavo año de su Misión Profética, el Profeta se quedó solo otra vez, pero esta vez con sus hijos. Hasta unos 4 ó 5 años después del fallecimiento de Jadiya, el Profeta no se casó. Cuando empezó a casarse con otras mujeres tenía 53 años o más, una edad en la que el interés y el deseo por el matrimonio disminuyen en gran medida, especialmente en Arabia donde la gente envejece relativamente antes.[263] Por lo tanto, las acusaciones de un carácter licencioso o ser demasiado indulgente consigo mismo son infundadas.

La gente se pregunta a menudo cómo puede ser polígamo un Profeta. La poligamia no tuvo su origen entre los musulmanes. Los grandes patriarcas judíos considerados como Profetas tanto en la Biblia como en el Corán, que son venerados por los seguidores de las tres creencias como individuos ejemplares de excelencia moral, todos practicaron la poligamia.[264] Esta pregunta la suelen hacer las personas que no practican ninguna religión o que son enemigos del Islam y su Profeta. Respecto al primer grupo, éstos no tienen ningún derecho a criticar a la gente que escoge un camino de vida religiosa porque muchos de ellos normalmente tienen relaciones con varias mujeres sin casarse, sólo por gusto, y esto se contradice con lo que dicen. No les preocupan las consecuencias de tales relaciones, no piensan cómo les afecta esto a ellos y a sus hijos; ni piensan qué impacto puede dejar su comportamiento equivocado en los jóvenes. Se están tomando plenas libertades y se inclinan hacia costumbres como la homosexualidad o incluso cosas más extremas como el incesto, la pedofilia y convivir con más de un hombre o una mujer al mismo tiempo —es el caso en el que no se conoce el padre del niño—.

En el caso del Profeta, esta práctica tiene muchos más significados de lo que parece. En cierto modo, el Profeta tuvo que ser polígamo para transmitir su «Sunna»[265], la práctica de la ley islámica. Como el Islam abarca todos los aspectos de la vida del individuo, las relaciones conyugales no pueden quedar al margen. Por lo tanto, tiene que haber mujeres que sean las que puedan guiar a las demás mujeres sobre estos asuntos. En este tema no hay ningún margen para las insinuaciones. Y en este caso, las virtuosas mujeres de la casa del Profeta eran responsables de explicar las normas y las reglas de tales situaciones íntimas a las mujeres y los hombres musulmanes.

El Profeta contrajo matrimonio con algunas de sus mujeres por razones específicas:

  • Puesto que entre sus esposas había mujeres jóvenes, de mediana edad y mayores, las necesidades y las normas de la ley islámica se podían demostrar en relación con las diferentes etapas de sus vidas así como las experiencias. Y estas normas primero se aplicaban en la familia del Profeta y después pasaban a los otros musulmanes a través de sus mujeres.
  • Cada mujer era de un clan o de una tribu diferente y esto le permitía al Profeta establecer una relación de parentesco y afinidad por toda Arabia. Esto también le permitía establecer una fidelidad muy profunda entre los musulmanes, de ese modo se creaba un ambiente de igualdad y fraternidad de la manera más práctica y en base a la religión.
  • Cada mujer, tanto en vida del Profeta como después de su fallecimiento, demostró ser un gran beneficio en pro del Islam. Ellas transmitieron su mensaje y lo explicaron a los miembros de su clan. De esa manera todos los musulmanes aprendían el Corán, los hadices, las interpretaciones y los comentarios coránicos, la jurisprudencia islámica, y así se hacían conscientes de toda la esencia y el espíritu del Islam.
  • A través de sus matrimonios el Profeta estableció lazos de parentesco por toda Arabia. Esto le dio la libertad de moverse y de ser aceptado por todos los miembros de cada familia. Como le consideraban un miembre de su familia, no dudaban en ir a verlo en persona y preguntarle cosas, tanto sobre esta vida como sobre la otra. Las tribus también se beneficiaron mucho de su proximidad a él: se consideraban afortunadas y estaban orgullosas de esta relación, los Omeyas —a través de Umm Habiba—, los Hachemitas —a través de Zaynab bint Yahsh—, y los Bani Majzum —a través de Umm Salama—.

Lo que hemos expuesto hasta ahora en muchos aspectos es en sentido general y puede ser válido para todos los Profetas. Sin embargo, ahora vamos a hablar a grandes rasgos acerca de la vida de las Ummahat al-Mu’minin —las madres de los creyentes—, las esposas del Profeta, no según el orden de los matrimonios sino desde una perspectiva diferente.

Jadiya fue la primera esposa del Profeta. Se casó con él antes de que le llegara su Misión Profética. A pesar de ser 15 años mayor que el Profeta, ella fue la madre de todos sus hijos, salvo Ibrahim que murió a una temprana edad. Jadiya a la vez era su mejor amiga y con quien compartía sus inclinaciones e ideales. Su matrimonio estuvo maravillosamente bendecido, vivieron juntos en una armonía muy profunda durante 23 años. A lo largo de todos los sufrimientos y persecuciones causados por los paganos de La Meca, ella fue su compañera y ayudante más querida. El amor que sentía por ella era muy profundo y no se casó con nadie más mientras ella vivió.

Este matrimonio representa la forma ideal de la intimidad, la amistad, el respeto mutuo, el apoyo y el consuelo. Aunque siempre fue muy fiel a todas sus mujeres, nunca se olvidó de Jadiya y en muchas ocasiones mencionó sus virtudes y sus méritos. Se casó con otra mujer 4 ó 5 años después de la muerte de Jadiya. Hasta entonces, fue el Profeta una madre y un padre para sus hijos; proveyó su comida de cada día además de soportar toda clase de dificultades y problemas. Ahora bien, decir que un hombre así se dejó llevar por la lujuria sería disparatado. Si hubiera habido hasta el más pequeño grano de verdad en ello, no habría vivido como la historia registra que vivió.

Aisha, otra de sus esposas, era la hija de Abu Bakr, su mejor amigo y devoto seguidor. Uno de los primeros conversos, Abu Bakr quería fortalecer la profunda relación entre él y el Profeta a través del matrimonio. Casándose con ‘Aisha, el Profeta concedió el honor más grande a un hombre que había compartido con él todos los buenos y malos momentos a lo largo de su misión.

‘Aisha era una mujer extraordinariamente inteligente y sabia, y su carácter era muy adecuado para transmitir el sagrado mensaje de la Misión Profética. Ella se convirtió en una de sus discípulas más importantes y fue maestra para todas las mujeres. A través del Profeta sus cualidades de carácter se perfeccionaron al igual que las de muchos otros musulmanes de aquellos tiempos benditos y así formó parte de la morada de la felicidad como esposa y discípula del Profeta. Su vida y sus servicios al Islam después del matrimonio, demuestran que con su personalidad excepcional merecía ser esposa del Profeta.

Con el tiempo, demostró ser una de las autoridades más importantes en la ciencia de hadiz, una comentarista excelente del Corán, y la experta más distinguida e informada sobre la ley islámica. Ella encarnó todas las cualidades internas y externas y las experiencias del profeta Muhammad.

Umm Salama, de la tribu de los Majzum, al principio estaba casada con su primo. Esta pareja abrazó el Islam en su comienzo y emigraron a Abisinia para evitar las persecuciones de los quraishíes. Después de volver de allí emigraron a Medina con sus cuatro hijos. Su marido participó en muchas campañas y, gravemente herido en la Batalla de Uhud, alcanzó el martirio poco después. Abu Bakr y ‘Umar, conscientes de sus necesidades y sufrimiento como una viuda pero sin medios para sustentarlos, le propusieron matrimonio. Pero ella se negó, porque creía que nadie podría sustituir a su difunto marido.

Al cabo de un tiempo, el Profeta le propuso matrimonio. Esto era algo muy natural y correcto, porque esa gran mujer nunca tuvo miedo de sacrificarse ni de esforzarse por el Islam. Y ahora estando sola después de haber vivido durante muchos años en la tribu más noble de Arabia no podían abandonarla a la mendicidad. Considerando su devoción, sinceridad y lo que padeció, no podía ser en absoluto desatendida. Casándose con ella, el Profeta hizo lo que siempre solía hacer desde su juventud: convertirse en amigo de los que no tienen amigos, siendo apoyo de los que no tienen apoyo, y protegiendo a los que están sin protección.

Umm Salama también era muy inteligente; tenía una gran capacidad para ser maestra y guía espiritual. Después de su matrimonio con el Profeta, se convirtió en una nueva discípula de la escuela del conocimiento y la guía a quien todas las mujeres estarían agradecidas. Recordemos en este punto que en ese momento el Profeta casi tenía sesenta años. Casarse con una viuda con muchos hijos y asumir sus gastos y su responsabilidad sólo se puede entender como un acto de compasión que merece nuestra admiración por sus infinitas facetas de humanidad.

Umm Habiba era la hija de Abu Sufyan quien, durante un largo tiempo, fue el enemigo más implacable del Profeta y acérrimo partidario de la incredulidad. Pero a pesar de esto, su hija fue una de las primeras musulmanas y emigró a Abisinia con su marido donde él con el tiempo renunció a su fe y se hizo cristiano. A pesar de esto,[266] ella siguió siendo musulmana. Poco después de esto, su marido murió y ella se quedó sola.

Los Compañeros en aquellos tiempos no eran muy numerosos y apenas se ganaban el sustento, por eso no le podían ofrecer mucha ayuda. Entonces, ¿cuáles eran las opciones de Umm Habiba? Se podría convertir al Cristianismo a cambio del apoyo cristiano abisinio —inconcebible—. Podría volver a la casa de su padre que era un enemigo del Islam —inconcebible—. O podría ir de casa en casa mendigando, y esto también era una opción inconcebible para un miembro de una de las familias más ricas y nobles de Arabia, puesto que así mancharía el nombre familiar.

Dios recompensó a Umm Habiba por todo lo que ella perdió o sacrificó en la causa del Islam. Estaba sumida en un solitario exilio y siendo una afligida viuda en un ambiente inseguro, entre gente de diferentes razas y religiones. Cuando el Profeta se enteró de su difícil situación, le envió una proposición matrimonial a través del rey Negus. Esa acción noble y muy generosa era una prueba práctica de: No te hemos enviado (Oh Muhammad) sino como una misericordia sin igual para todos los mundos (21:107).

Este matrimonio estableció un vínculo entre la poderosa familia de Abu Sufyan y el Profeta y su familia, y fue la causa de que los miembros de esa familia reconsideraran su oposición. Es también correcto remontar la influencia de este matrimonio, más allá de la familia de Abu Sufyan, a los Omeyas en general, que gobernaron a los musulmanes durante casi un siglo. De este clan, algunos de cuyos miembros habían sido los más hostiles contra el Islam, salieron algunos de los más famosos guerreros, administradores y gobernadores en los primeros tiempos del Islam. Sin duda, fue ese matrimonio lo que originó este cambio porque la profunda generosidad y magnanimidad personificada en el Profeta los dejó abrumados.

Zaynab bint Yash era una dama muy noble y una pariente muy cercana del Profeta. Ella además era una mujer de gran piedad, ayunaba mucho, mantenía largas vigilias y ayudaba con generosidad a los pobres. Cuando el Profeta informó a sus padres que deseaba casarla con Zayd (en cierto momento su hijo adoptivo), Zaynab y su familia no estaban muy conformes porque la familia tenía la esperanza de casar a su hija con el Profeta. Pero cuando se dieron cuenta de que el Profeta había decidido casarlos, accedieron por deferencia a su amor por el Profeta y por su autoridad.

Como se mencionó anteriormente el Profeta insistió en el casamiento de Zayd con Zaynab para establecer y fortalecer la igualdad entre los musulmanes, y apartar el prejuicio que los árabes tenían contra el matrimonio de un esclavo o recién liberto con una mujer nacida libre. Sin embargo, el matrimonio era infeliz. La noble Zaynab era una buena musulmana, piadosa y poseía cualidades excepcionales. El liberto Zayd estaba entre los que abrazaron el Islam al comienzo, y también era un buen musulmán. Ambos querían y obedecían al Profeta, pero no eran una pareja compatible. Zayd muchas veces le pidió permiso al Profeta para divorciarse. Sin embargo, el Profeta le dijo que mantuviera la paciencia y no se separara de Zaynab.[267] Pero un día vino el Arcángel Gabriel con una Revelación Divina que anunciaba que el matrimonio del Profeta con Zaynab era una obligación ya contraída: Te unimos con ella en matrimonio (33:37).[268] No había lujuría implicada aquí. Más bien, fue una prueba tan severa que ‘Aisha dijo posteriormente: «Si el Mensajero de Dios pudiera haber ocultado cualquier Revelación, sin duda habría ocultado aquel versículo».

Yuwayriya bint Hariz, la hija del jefe del derrotado clan Bani Mustaliq, fue hecha cautiva durante una campaña militar. Ella fue mantenida junto a otros miembros de su orgullosa familia junto a la gente «común» de su clan. Estaba muy angustiada cuando fue llevada ante el Profeta, ya que sus parientes lo habían perdido todo y ella sentía un profundo odio y enemistad contra los musulmanes. El Profeta entendió su orgullo herido, su dignidad y sufrimiento; pero lo más importante es que supo cómo tratar eficazmente este asunto. Aceptó pagar su rescate, ponerla en libertad y le propuso matrimonio.

Podemos imaginar fácilmente con qué alegría aceptó esta propuesta. Cuando los Ansar —Ayudantes— y los Muhayirun —Emigrantes—[269] comprendieron que los Banu Mustaliq ahora tenían relación con el Profeta a través del matrimonio, liberaron aproximadamente a cien familias que aún no habían pagado su rescate. No se podía permitir que una tribu tan honrada permaneciera en la esclavitud. De este modo se ganaron los corazones de Yuwayriya y de su gente.

Safiyya era la hija de Huyayy, el jefe de los judíos de Jaybar que había persuadido a los Bani Qurayza para romper su pacto con el Profeta. Desde muy pequeña, vio a su familia y sus parientes oponiéndose al Profeta. Ella había perdido a su padre, a su hermano, y a su marido en la Batalla de Jaybar, y se hallaba entre los cautivos.

Las actitudes y las acciones de su familia y de sus parientes podrían haber alimentado en ella un deseo profundo de venganza. Sin embargo, tres días antes de la aparición del Profeta ante la ciudadela de Jaybar, Safiyya soñó con una luna brillante que salía de Medina, se movía hacia Jaybar, y al final caía en su regazo.

Más tarde dijo: «Cuando fui capturada, comencé a esperar que mi sueño se realizara». Cuando ella fue traída ante el Profeta como una cautiva, él la puso en libertad y le dio dos opciones: o seguir siendo una judía y volver a su gente, o abrazar el Islam y convertirse en su esposa. «Yo escogí a Dios y Su Mensajero» dijo. Poco después de eso, se casaron.

Integrada ya en la familia del Profeta y ahora una «madre de los creyentes», atestiguó de primera mano el tratamiento respetuoso y honorable de los Compañeros. Su pensamiento acerca de los musulmanes cambió, y ella llegó a apreciar el gran honor de ser la esposa del Profeta. Como consecuencia de este matrimonio, la actitud de muchos judíos cambió hacia los musulmanes, porque así tuvieron la oportunidad de conocer mucho mejor al Profeta. Aquí podemos apreciar que las relaciones cercanas entre musulmanes y no musulmanes pueden ayudar a la gente a entenderse unos a otros mejor y establecer el respeto mutuo y la tolerancia como normas sociales.

Sauda bint Zam’a era la viuda de Sakran. Una de las primeras en abrazar el Islam, esta pareja había emigrado a Abisinia para evitar la persecución de los habitantes de La Meca. Sakran murió en el exilio dejando a su mujer completamente en la indigencia. Como única manera de ayudarla, el Profeta, aunque él mismo afrontaba grandes dificultades en cubrir sus propias necesidades diarias, se casó con ella. Este matrimonio tuvo lugar algún tiempo después de la muerte de Jadiya.

Hafsa era la hija de ‘Umar ibn al-Jattab, el futuro segundo califa del Islam. También una exiliada en Abisinia y una emigrante en Medina, enviudó cuando su marido alcanzó el martirio en la causa de Dios. Ella permaneció viuda un tiempo. ‘Umar, su padre, deseó el honor y la bendición de estar cerca del Profeta en este mundo y en el Más Allá tal y como hizo Abu Bakr. Y el Profeta honró a su fiel discípulo casándose con Hafsa para protegerla y ayudarla.

Considerando los hechos explicados arriba, se ve claramente que el Profeta se casó con estas mujeres por varios motivos; proveer a las mujeres desvalidas o enviudadas cuya subsistencia era difícil; consolar y honrar a tribus enemistadas o alejadas; atraer a antiguos enemigos a algún grado de relación y armonía; ganar a ciertos individuos excepcionales de gran talento, en particular a algunas mujeres excepcionalmente talentosas para la causa del Islam; establecer nuevas normas de relación entre la gente basadas en la hermandad de unificación de fe en Dios; y honrar con el vínculo de familia a los dos hombres que iban a ser los primeros líderes de la comunidad musulmana después de su muerte.

Estos matrimonios no tuvieron nada que ver con la auto-indulgencia, ni con el deseo personal ni con la lujuria. A excepción de ‘Aisha, todas las mujeres del Profeta eran viudas, y todos sus matrimonios después de Jadiya fueron celebrados cuando él era ya un anciano. Por eso lejos de ser actos de auto-indulgencia, estos matrimonios más bien eran actos de auto-disciplina.

El número de las mujeres del Profeta fue un privilegio que únicamente le había sido concedido a él. Cuando la Revelación que restringía la poligamia descendió, los matrimonios del Profeta ya habían sido contraídos. A partir de entonces, no se casó con ninguna otra mujer.

[263] Recuérdese que debemos juzgar las acciones del Profeta según los estandáres de su propio tiempo. La duración de la vida era corta, así que un hombre de 55 años ya era considerado bastante mayor. Obviamente, esto ha cambiado en nuestros días gracias a los avances científicos y médicos.
[264] Según Reyes I 11:3, Salomón tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas.
[265] «Sunna» literalmente significa camino, práctica, vía, manera de vivir; práctica que una persona o un grupo de gente lleva a cabo por tradición. Esta palabra ha pasado a referirse casi exclusivamente a los actos practicados por el Mensajero de Dios.
[266] Las mujeres musulmanas no deberían casarse con hombres no musulmanes ya que el hombre es considerado como el responsable de su mujer y del bienestar espiritual de sus hijos.
[267] Bujari, «Tawhid», 22.
[268] Bujari y Muslim.
[269] Ansar: Los «Ayudantes», la gente de Medina que ayudó al Profeta y a los Muhayirun dándoles la bienvenida y ofreciéndoles su hospitalidad. Muhayirun: Los «Emigrantes», los Compañeros del Mensajero de Dios que aceptaron el Islam en La Meca y participaron en la Hégira a Medina.

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